Fuente: http://www.wharton.universia.net/
Los países desarrollados y en desarrollo tal vez tengan más en común hoy día de lo que mucha gente imagina. Se puede poner como ejemplo el caso de la salud. Mientras el Congreso americano continúa discutiendo el polémico plan nacional de salud del presidente Obama, nace un programa piloto, igualmente innovador, cuyo objetivo es mejorar la vida de los pobres, se está lanzado al otro lado del mundo, en Bangladesh.
El programa en cuestión es fruto de una donación de 34 millones de dólares hecha el año pasado por la Fundación Bill y Melinda Gates y por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El proyecto tiene como objetivo el lanzamiento de un producto de microseguro enfocado específicamente a la población rural de baja renta del país que vive, casi en su totalidad, con menos de dos dólares al día. Creado para atender las necesidades de los pobres, que no están cubiertos por los esquemas tradicionales de seguro social o comercial, el microseguro —cuyos productos están sujetos a riesgos caracterizados por primas bajas y límites de cobertura tímidos— ofrece, en general, protección a la vida, salud, clima, propiedad, agricultura, rebaños y catástrofes.
El producto piloto de Bangladesh —que cuenta con la colaboración de seis ONGs (organizaciones no-gubernamentales) y con la participación del Seguro de Vida Pragati Ltda, de Bangladesh— incluirá seguro de vida con cierta cobertura hospitalaria. En un primer momento, el objetivo es ofrecer cobertura a 26.000 personas, pero ese número crecerá significativamente después de dos años. La cobertura tendrá una duración de tres o cinco años.
“En general, las compañías de seguros no trabajan con plazos de ese tipo —lo más común son los plazos superiores a diez años-”, observa Mosleh Uddin Ahmed, consultor y consejero delegado del Centro de Investigaciones de Microseguros (MIRC, por sus siglas en inglés) de Reino Unido. Él está en Bangladesh para ayudar en el lanzamiento del proyecto. Pero, dada la renta precaria del mercado objetivo, “es demasiado tiempo para que la población local comprometa su renta”. Ése no es el único impedimento. Según el acuerdo, los asegurados recibirán un reembolso de las primas de vida pagadas y 5% más de la renta invertida si no solicitaran ninguna indemnización durante la vida del producto. Si no hubiera ninguna indemnización de cobertura hospitalaria, no se reembolsará la prima; sin embargo, el valor de las primas sucesivas se reducirá un 10% por cada año en que no hubiera indemnización alguna posterior.
Ese tipo de innovación es bienvenida en los círculos de microseguros, y no sólo en Bangladesh. A diferencia del microcrédito —el lado más conocido de las microfinanzas—, el microseguro encuentra mucha resistencia por parte de los pobres del mundo. Esto se debe, entre otras cosas, al desconocimiento de cómo funcionan sus productos, a la reticencia por parte de las poblaciones pobres de repartir una cuota de sus parcos recursos financieros, a la oferta de productos insuficientemente estructurados y al escaso conocimiento de gestión específica de riesgo entre los proveedores. Incluso en Bangladesh —tierra del pionero del microcrédito y ganador del Nobel de la Paz, Muhammad Yunus— al microseguro le está costando despegar, a pesar de estar creciendo rápidamente, aunque la población de pobres alcance los 160 millones. De acuerdo con Ahmed, hay 11 compañías de seguros autorizadas en el país ofreciendo microseguros. En comparación, son miles las instituciones de microfinanzas (MFIs) reguladas que ofrecen crédito a los pobres.
La historia se repite en otros sectores y ahora los gobiernos, ONGs, grupos comunitarios populares, profesores etc. dicen que la lenta aceptación del microseguro requiere atención inmediata. Mucho antes de la crisis económica mundial y del aumento acentuado de los precios de las commodities, la OIT señalaba que muchos gobiernos estaban empeñándose en proporcionar redes de seguridad social para los pobres. El órgano estimaba que menos del 20% de la población activa en muchos países en desarrollo tenía cobertura del servicio de salud pública y de otros sistemas de seguridad social. Según explica un estudio reciente del organismo, la crisis económica, de alimentos y de combustible —“que ya había hecho sufrir las reservas de las personas y minado su resistencia”— junto a las crisis locales, como la sequía en Kenia y en Jamaica, inundaciones en Bangladesh y en Indonesia, hicieron que los países en desarrollo se encontraran con “una tempestad perfecta” en los últimos meses. Por primera vez, de acuerdo con el estudio, “más de mil millones de personas son víctimas del hambre. Solamente el año pasado ese número aumentó en 100 millones de personas”.
Muchos países en desarrollo creen que éste es el momento ideal para el microseguro, que sería utilizado junto con el crédito ya más establecido por las microfinanzas, desempeñando de esa forma un papel más determinante en la atenuación del problema. “Las personas salen de la pobreza por cuenta propia a través del microcrédito; el microseguro las ayuda a no volver a su antigua situación”, observa Dirk Reinhard, vicepresidente de Munich RE Foundation, brazo educativo de gestión de riesgo, sin fines de lucro de la compañía de seguros alemana. “No se trata del más pobre de los pobres, y sí del pobre que trabaja y que tiene algo que perder. Él tiene renta, pero se mueve en torno a la línea de la pobreza, de tal modo que si pierde su cultivo, si se pone enfermo o si su tienda es destruida por un incendio, tendría que comenzar de cero otra vez”.
¿Por qué el microseguro se enfrenta a tantas dificultades si, en realidad, se trata de un mercado relativamente no explorado? Kua Ka Hin, consejero delegado de Munich Re en Singapur y en el sudeste asiático, dice que un 80% de la población mundial vive en mercados emergentes, sin embargo esas personas “representan sólo un 22% del producto interior bruto global, y un 9% de los primas de seguro”. Parte de la solución vendría de las lecciones aprendidas con el microcrédito, que se encuentra en un punto más adelantado de la curva evolutiva de las microfinanzas, dicen los especialistas en desarrollo. La otra parte depende del incentivo a la innovación en el ámbito del microseguro, de forma que sea al mismo tiempo un beneficio social y factible desde el punto de vista económico.
Sobres riesgos y relaciones
Una diferencia importante entre el microcrédito y el microseguro es que, este último, requiere mucho volumen, dice Neil Doherty, profesor de Seguros y Gestión de riesgo. Ésa es una de las razones por las cuales “la historia de éxito del microseguro no es nada espectacular”, dice.
Doherty se acuerda de cómo el volumen se volvió importante para una microred de seguros para rebaños en Burkina Faso, cuyas perspectivas iniciales eran de mucho éxito. Las características del producto, dijo, estaban bien pensadas, y lidiaban con muchas de las flaquezas de otros programas, evitando lo que en la industria del seguro se conoce como dificultades de riesgo “moral”. Para impedir, por ejemplo, que los asegurados desatendieran sus rebaños para tener derecho a la indemnización, fue preciso que estuvieran de acuerdo con la inspección anual del ganado. Si, por ejemplo, un buey moría, el jefe del plan local era responsable de la adquisición de un nuevo animal a favor del asegurado, que no recibía ninguna compensación directa. Con eso, se evitaba una nueva instancia de revisión. El problema, sin embargo, era de escala: muchos subgrupos dentro de la red contaban sólo con algunos miembros. “Si algo le sucediera a varios bueyes al mismo tiempo, habría un problema”, observa Doherty. “Ellos necesitaban las ventajas propias de los grandes volúmenes”. Eso habría sido posible si los proveedores del plan hubieran optado también por seguros de otros tipos. Finalmente, el programa fracasó, una fatalidad compartida por muchas microaseguradoras, añadió.
Otra diferencia crítica entre el microcrédito y el microseguro: aunque los expertos resalten que ambos negocios dependen de la confianza entre el proveedor y el cliente, en el microseguro “las relaciones de riesgo están invertidas”, explica Craig Churchill, jefe de la Oficina de Innovación en Microseguros de OIT, responsable del programa de concesión de los 34 millones de dólares restantes. En el programa de microseguro, el asegurado paga al principio y espera que el proveedor mantenga su promesa de efectuar el pago en los términos contractuales. En el caso de un sector de la sociedad que jamás ha usado ese tipo de producto
—y tal vez jamás haya oído hablar de su existencia—, se trata de un salto enorme de fe. “La confianza es esencial en el microseguro, y es también la mayor barrera a la que se enfrenta”, dice Churchill.
¿Qué necesitan hacer las aseguradoras de este tipo de seguros para conquistar la confianza del cliente? A diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados, pagar puntualmente las reclamaciones hechas es sólo uno entre varios factores. La flexibilidad también es importante. Ésa es una lección que las microaseguradoras pueden aprender con el microcrédito, observa Santosh Anagol, profesor de Negocios y de Políticas públicas de Wharton, que desarrolla actualmente investigaciones sobre microfinanzas en India. Las investigaciones muestran que, cuando un microacreedor se comporta de modo flexible y está de acuerdo en cambiar los plazos de pago, digamos, de una vez por semana a una vez al mes, para atender a los flujos de caja en general inconstantes y variables de las familias de baja renta, “el índice de impagos no es tan significativo”, dice él. Propiciar esa flexibilidad, añade, es una buena manera de crear una relación profunda, lo que es fundamental “para que haya confianza y mayor proximidad con la vida cotidiana de los pobres”.
Parte indisociable de eso es la adaptación al cliente de los productos. Una crítica severa que se hace a la industria del microseguro es que muchos productos no reflejan los riesgos locales, que pueden variar mucho de una aldea o medio de subsistencia al otro. El seguro de una casa tal vez no sea una prioridad tan importante como, por ejemplo, atenuar el riesgo de pérdidas de una tienda a causa de inundaciones o evitar que un rebaño de ovejas enferme. “La compañía de seguros no puede ofrecer aquello que siempre ofrece, sólo que a precios reducidos”, dice Churchill. “El producto deberá ser rediseñado después de evaluar las necesidades de la población local y también es preciso que el producto sea accesible”.
Max Life, una joint venture entre Max India Ltd., de Nueva Delhi, y New York Life Insurance, lanzó el año pasado un seguro de vida que atiende a esos criterios. “Ellos realmente aprendieron la lección”, dice Churchill. Bautizado como Max Vijay, el seguro es también un ahorro a largo plazo para los indios de baja renta. Con una campaña publicitaria recién lanzada con el actor Amitabh Bachchan, muy conocido por interpretar el personaje Vijay en varias películas, la compañía de seguros informó en septiembre que planea extender el seguro a tres millones de familias hasta 2012. El primero año, se vendieron 70.000 pólizas.
En primer lugar, el cliente Max Vijay llena un formulario de una página, presenta una prueba de identidad y paga una prima mínima de inscripción, que va de 1.000 a 2.500 rupias (de 20 a 52 dólares). Las primas siguientes, en el transcurso de los diez años de duración de la póliza, son opcionales y las inversiones están garantizadas. En el caso de muerte natural, el demandante recibe una suma garantizada y el valor de la cuenta. En el caso de muerte por accidente, el demandante recibe el valor de la cuenta y dos veces el montante de la suma asegurada.
Esa simplicidad y flexibilidad son fundamentales, pero lo que más impresionó a Churchill fue el canal de distribución del producto. En vez de exigir que los clientes de partes remotas del país viajen largas distancias para hacer o recibir pagos, Max Life suscribió un acuerdo con una cadena nacional de comercio, I-SERV, que permitirá a los asegurados gestionar sus pólizas en cualquiera de las 12.500 tiendas de la red. Con el tiempo, dice Churchill, un número mayor de productos de seguro podrá ser gestionado en pequeñas tiendas locales o por el móvil, de manera que “los productos sean extremadamente accesibles”.
Pero de todos los tipos de pólizas de microseguro, lo que es más fácil de adecuar a las diferentes realidades locales es la póliza de seguro de vida. Las más difíciles son las vinculadas a la salud, al clima, a la propiedad, agricultura y catástrofes, y eso no sólo en lo que se refiere al diseño del producto, sino también a su gestión y a su seguimiento. Todo eso, está claro, lleva tiempo, por no hablar del coste, que es una carga para la compañía de seguros. Una alternativa son los productos vinculados a índices en que los grupos de pagos se desencadenan, por ejemplo, por un volumen específico de lluvias o de rentabilidad de los cultivos. En otras palabras, no hay que gestionar evaluaciones o indemnizaciones.
Es una idea que está siendo probada por medio de un producto piloto público-privado lanzado en mayo de este año y dirigido a los habitantes de los barrios pobres de Yakarta, sujetos a constantes inundaciones. Administrado por Munich Re, por la compañía de seguros indonesia Asuransi Wahana Tata y por la empresa de consultoría alemana GTZ GmbH (que representa al Gobierno alemán), el producto piloto da garantías a las familias de baja renta de la capital de Indonesia frente a pérdidas económicas directas causadas por inundaciones severas. Los clientes pagan 50.000 rupias indonesias (5 dólares) por cada Tarjeta de Protección Alert 1 Manggarai del tamaño de una cartera. En cambio, reciben la garantía de un pago único de 250.000 rupias indonesias (25 dólares) si las aguas de la presa de Manggarai, en Jakarta, suben 950 cm o más (31 pies). Tal condición ha sido bautizada de Alerta 1. Pero hay una desventaja, según explican los consumidores locales. Un habitante dijo a un reportero de la BBC: “El problema es que las inundaciones ocurren todos los años, pero no son de magnitud suficiente para motivar el pago”. Munich Re no revela cuántas pólizas se han vendido hasta ahora, sin embargo la empresa ya ha dado cerca de 100 seminarios explicativos en el área piloto y está trabajando también en otros tipos de productos.
Llenando la laguna de la credibilidad
Aunque la elaboración de productos que atiendan las necesidades específicas para atraer posibles clientes constituye un desafío muy grande, otra gran dificultad consiste en hacer que las partes involucradas en el programa de microseguro trabajen juntas. Más que en el caso del microcrédito, las asociaciones estrechas entre instituciones financieras, ONGs y grupos locales de autoayuda, además de órganos reguladores, son de gran importancia para la industria del seguro. “Si no hubiera una relación equilibrada, la iniciativa no tendría éxito”, dice Doherty, de Wharton. “Muchos productos son desarrollados por ONGs, que están en contacto con las personas y, por lo tanto, saben lo que es imprescindible para su bienestar. Pero ellas tienen una idea poco realista de cómo hacer que las cosas funcionen desde el punto de vista del seguro, de la disciplina empresarial” necesaria para la elaboración de un contrato factible que incluya también el cálculo de primas y de otras cuestiones vinculadas al precio.
Las compañías de seguros habituadas a trabajar en áreas urbanas sufren lo que Ahmed, de MIRC, llama laguna “de credibilidad” siempre que intentan vender su producto directamente en el mercado rural. Sin embargo, dejar el seguro a cargo de las instituciones de microfinanzas tiene también algunas desventajas. “Ellas son inmejorables en procesos de gestión de fondos, sin embargo la gestión de riesgo está más allá de su capacidad”, dice. Por eso es por lo que, en su opinión, los modelos de asociación funcionan mejor desde el punto de vista del gobierno interno, de la economía y del coste. De acuerdo con Ahmed, junto con el marketing, la prestación de servicios es uno de los ítems más caros en el proceso de lanzamiento de un nuevo producto. Una microaseguradora puede gastar hasta “un 90% de una prima en la prestación del servicio y en el cobro del pago el primero año”. En el caso de una microaseguradora que está asociada con una institución de microfinanzas que ya posee una red de clientes, Ahmed calcula que los costes se pueden reducir en torno a un 10% —un ahorro que “puede ser usado para reducir la prima”.
Aunque haya un amplio consenso en torno a los beneficios derivados de una asociación más estrecha entre compañía de seguros, instituciones de microfinanzas y ONGs, muchas veces no se sabe exactamente dónde entra en juego el Gobierno. Algunos se han empeñado activamente en el suministro de microseguros. Es el caso de India. Desde 2002, como parte del plan nacional de inclusión social, cuyo objetivo es ayudar la población de la zona rural, las compañías de seguros están obligadas por ley a seguir un sistema de cuotas y adjudicar un cierto montante de su negocio al segmento de microseguros.
Aunque eso haya incentivado empresas, como Max New York, ICICI Lombard, Bharati Axa y Future General a que dinamicen el sector con el lanzamiento de una serie de microproductos, desde el año pasado el Gobierno ha estado patrocinando un programa propio de microseguro de salud denominado Rashtriya Swathya Bima Yojana. Cerca de seis millones de familias ya participan en el programa a través de una contribución simbólica para cobertura de gastos hospitalarios y otros gastos médicos. El Gobierno, de momento, ofrece también subsidios para otros productos de seguro a través, por
ejemplo, de la Compañía estatal de Seguros de Agricultura de India.
Pero hay dudas sobre si tales programas serían la mejor manera de utilizar los recursos del Gobierno. “Como el subsidio del Gobierno para la financiación de la prima sólo se produce una vez, no genera valor de mercado a largo plazo”, observa Rupalee Ruchismita, directora ejecutiva del Instituto de Gestión Financiera del Centro de Investigaciones de Seguros y Gestión de Riesgo (CIRM) de Chennai, en India. Para Ruchismita, serían preferibles los “subsidios inteligentes”, que aumentan la eficiencia de la industria de microseguros. Con eso sería posible financiar los registros de identidad de las personas, lo que permitiría la rápida identificación del cliente y disminuiría los costes de detección de fraudes. Sería posible incluso crear bancos de datos sobre salud, rebaños y clima para el suministro de informaciones necesarias para las compañías de seguros en el desarrollo y seguimiento de productos.
Análisis microscópico
Sea como sea, con o sin subsidios, la educación es un factor vital de éxito. “Los datos muestran que sin un esfuerzo específico para educar a las familias aseguradas, el volumen de pedidos de indemnización a las compañías de seguros es bajo”, dice ella. Pero hay también una laguna educativa entre los proveedores. A principio de 2009, el CIRM —en colaboración con Doherty y otros especialistas de Wharton en riesgo y microseguro— lideró un programa global de entrenamiento enfocado al segmento de proveedores de microseguros. El objetivo del programa consistía en adquirir mayores conocimientos técnicos y teóricos en áreas, como fijación de precios de productos en mercados de datos escasos, preparación de contratos para regiones específicas y elaboración de controles de sistemas. El evento de siete días, que tendrá lugar cada seis meses en el transcurso de los próximos tres años, se estrenó en la primavera de este año en los salones de conferencia del CIRM en Chennai y en el campo en Hyderabad.
A pesar de todas las dificultades, las empresas enfocadas en el sector de microseguros han aumentando. Es el caso del Fondo de Inclusión Financiera de Leapfrog Investment, el primer fondo de inversiones dedicado al microseguro, que anunció recientemente la captación de 44 millones de dólares con el apoyo del fundador de eBay, Pierre Omidyar, y del Banco de Inversión Europea. Leapfrog Investments, con sede en Luxemburgo, fue creada en 2008 y planea invertir 100 millones de dólares en empresas que extiendan el seguro y los servicios financieros a 25 millones de personas de baja renta en África y en Asia.
En realidad, las perspectivas de crecimiento son prometedoras. Michael McCord, director de la consultoría americana Microinsurance Center, está actualizando actualmente el panorama general del mercado y estima que entre los 100 países más pobres del mundo, el número de personas con microseguros ha aumentado en cerca de 135 millones frente a los 80 millones hace tres años. En el contexto global, la proporción de microasegurados entre los pobres es pequeña, sin embargo McBride resalta que su universo de investigaciones no incluye países con microaseguradoras de tamaño “significativo”, como Sudáfrica y México. Es positivo, dice él, que grandes compañías de seguros de tamaño mundial —Axa, Allianz y Prudential, sólo por citar algunas— estén metiéndose más en la industria.
En el momento en que el microseguro se vuelve más aceptado, tendrá también que afrontar las mismas dificultades con las que el microcrédito se enfrenta actualmente —sobre todo si, de hecho, ayuda a sacar a las personas de la pobreza. En el caso del microcrédito, no se tiene aún la respuesta. Habiendo estudiado, por ejemplo, el impacto de los micropréstamos para cerca de 7.000 familias en 100 áreas pobres de India en 18 meses, cuatro profesores de MIT observan en un estudio publicado en mayo de este año: “Nuestros resultados muestran un impacto significativo tanto sobre el número de nuevas empresas abiertas como sobre la productividad de empresas ya existentes. Observamos también un impacto sustancial sobre la adquisición de bienes duraderos”. Pero el estudio no detectó un “efecto tangible” sobre el consumo medio o sobre el desarrollo humano. Aunque admitan que serían necesarios años, y no sólo meses, para que tales beneficios se notaran, el estudio ayudó a alimentar el debate en torno a la utilidad del microcrédito como medida para combatir la pobreza. El estudio tiene como título “El milagro de la microfinanciación: evidencias de una evaluación aleatoria”.
Hay estudios similares sobre microseguros en marcha. De momento, sin embargo, dicen los especialistas, lo importante es que el microseguro está ganando mayor credibilidad. La buena noticia, dice Ruchismita, es que el microseguro finalmente “ha pasado de ser un tema de moda en las conferencias a ser una estrategia de los consejos de las e
Microseguros: una apuesta innovadora al servicio de los más pobres
Fecha
Carlos Biurrun
Especialista en modelos de distribución de seguros, fusiones y adquisiciones, socializador del conocimiento, Comunicador y conferenciante. Ex Consejero – Director General de AXA AURORA VIDA, Ex DG de AURORA, Ex Consejero de sociedades participadas del BBVA. Asesor de entidades aseguradoras en varios países europeos y de Corredurías internacionales. Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, Curso de Post grado en Dirección de empresas de UC Deusto.
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