Autora: Laura Rodríguez Pereira. Communication & Marketing Manager en Vecdis.
En la actualidad, la disminución de recursos y el aumento de la población a nivel mundial están generando migraciones masivas a las ciudades. Esta situación provoca que las actuales infraestructuras no puedan soportar este crecimiento poblacional, lo que implica buscar soluciones. En este caso, la solución son las Smart Cities o ciudades inteligentes, que agregan inteligencia digital al mundo urbano para resolver problemas públicos y lograr una mejor calidad de vida. Todo esto es posible gracias a la información sacada de innumerables sensores, interacciones y comportamientos.
Las grandes ciudades asiáticas y europeas, que tienen una población joven con un gran número de nativos digitales, están logrando una adopción muy rápida. En el caso del continente europeo y de España, existen una serie de cambios que han ayudado a que hoy por hoy seamos ejemplo de “Smart cities”: las TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación), la movilidad y el transporte, la eficiencia energética en edificios (servicios de construcción más eficientes), y la integración de sistemas energéticos (alumbrado público inteligente, calefacción y refrigeración urbana…).
«La Smart mobility estará estrechamente relacionada con la conducción autónoma, los vehículos eléctricos, la conectividad, la movilidad compartida, y la Mobility- as-a-Service (Maas)»
La smart mobility o movilidad urbana
En este contexto, tiene especial relevancia la movilidad urbana o Smart Mobility. Su principal objetivo es mejorar el transporte público y con él, reducir el tráfico y las emisiones. Las soluciones de movilidad inteligente pasan en la actualidad por aplicaciones de movilidad compartida, transporte a demanda, vehículos autónomos y eléctricos, y mejores transportes públicos. McKinsey indica que, en 2025, las ciudades que implementen aplicaciones de movilidad inteligente podrían reducir los tiempos de desplazamiento en una media del 15-20%.
Para que el transporte público de una ciudad pueda considerarse “Smart” es necesario que sea eficiente y fiable, algo que solo se puede conseguir analizando los datos, para así mejorar las rutas, evitar los retrasos y perfeccionar la programación. En el sector transporte existen ya una serie de players establecidos: el transporte público, los servicios públicos de préstamo y los servicios de sharing. A nivel tecnológico, si miramos hacia el futuro, la Smart mobility estará estrechamente relacionada con la conducción autónoma, los vehículos eléctricos, la conectividad, la movilidad compartida, y la Mobility- as-a-Service (Maas).
Mobility as a Service (MaaS) o movilidad como servicio
La Mobility as a Service combina servicios de movilidad de transporte público, taxis, alquiler de automóviles, y uso compartido de automóviles, bicicletas, motos y patinetes en una única plataforma. Esta plataforma será accesible a través de un smartphone y permitirá tanto planificar el viaje como comprar los billetes de una gran variedad de proveedores de servicios. Esta tecnología permite que los usuarios ahorren dinero, que mejore el tráfico de las ciudades y que bajen los niveles de contaminación.
Para poder implantar este modelo se necesita una infraestructura preparada para favorecer el transporte público y la circulación de bicicletas y scooters. También se necesitan datos que permitirán crear una estrategia de transportes acorde a las necesidades de cada ciudad. Por último, es necesario incentivar con políticas públicas a la población para que se acostumbre a hacer uso de los nuevos sistemas de movilidad en detrimento del transporte privado.
«La tecnología que envuelve a las ciudades inteligentes entraña ciertos riesgos como la falta de privacidad»
El lado oscuro de las smart cities
Además de tener grandes beneficios, la tecnología que envuelve a las ciudades inteligentes entraña ciertos riesgos como la falta de privacidad. Es cierto que la vigilancia mediante cámaras hace que la población viva más segura pero, por otra parte, atenta contra un derecho fundamental que es la privacidad de las personas. Este efecto “gran hermano”, era habitual en regímenes autoritarios, pero en las Smart cities podemos llegar a encontrarnos con que, en países democráticos, se puede ver mermada la capacidad de la población de discrepar. Para poder proteger la privacidad en este mundo interconectado es necesario aumentar la transparencia, ofrecer capas de consentimiento y establecer reglas sobre la recopilación, acceso y uso de datos.
¿Qué pasaría si todos estos datos cayeran en manos de ciberdelincuentes? Pues podríamos encontrarnos ante problemas graves como accidentes de tráfico por el control de semáforos, control de vehículos autónomos, problemas de suministro de agua o de electricidad o espionaje para poder delinquir en contra de alguna persona. La clave para evitarlo es la ciberseguridad, un asunto que preocupa a muchos.
El sector asegurador tiene un gran camino por recorrer en las Smart Cities, ya que su desarrollo implicará el nacimiento de nuevos productos como podrían ser: seguros para vehículos autónomos, seguros de hogar con cobertura para la ciberdelincuencia, seguros específicos para car sharing, etc. Un ejemplo de esto es lo que está sucediendo en Estados Unidos, China o Canadá, países en los que ya están modificando las leyes para exigir que los vehículos compartidos tengan seguros de automóvil especiales.