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Cómo adaptar el espacio y las actividades para que niños y niñas practiquen deporte inclusivo en el hogar 

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  • El deporte inclusivo favorece el desarrollo físico, emocional y social de niños y niñas, promoviendo la inclusión y el fortalecimiento de los lazos familiares

Fomentar la práctica deportiva en el hogar no solo impulsa la actividad física entre los más pequeños, lo que favorece su desarrollo integral, sino que también fortalece los vínculos familiares. Sin embargo, para que esta experiencia sea realmente enriquecedora, es esencial garantizar que las actividades propuestas sean accesibles, creando un entorno inclusivo donde cada persona tenga la oportunidad de participar y disfrutar de la actividad física.

«Muchas veces, se asocia el deporte inclusivo con actividades organizadas en colegios, clubes o espacios al aire libre, pero la inclusión debería comenzar desde el hogar. Practicar deporte en casa permite a los niños desarrollar confianza en sus habilidades, favorece la inclusión entre familiares y ayuda a eliminar barreras desde una edad temprana”, explica Javier Pérez, director de la Cátedra Fundación Sanitas de Estudios sobre Deporte Inclusivo.

El apoyo familiar en la práctica deportiva impulsa el bienestar físico y también refuerza la autoestima y la confianza. Cuando las personas de su entorno participan activamente en estas actividades, los más pequeños perciben el deporte como una oportunidad para compartir momentos de calidad y recibir el reconocimiento de sus seres queridos. Esta implicación conjunta, crea un entorno afectivo seguro donde pueden expresarse libremente, superando miedos o inseguridades asociados al rendimiento físico.

Para practicar actividades inclusivas en casa, es importante acondicionar el espacio de manera segura y accesible. Se recomienda despejar la zona de juego de muebles u objetos que puedan representar un obstáculo y asegurar una superficie estable y cómoda para moverse. Asimismo, es útil contar con materiales como pelotas de diferentes tamaños y texturas, cintas elásticas o colchonetas, así como con una iluminación adecuada y utilizar señales visuales o auditivas específicas, para poder adaptar las tareas lo máximo posible.

Así, los expertos de la Cátedra “Fundación Sanitas” de Estudios sobre Deporte Inclusivo, proponen algunas actividades inclusivas para fomentar la práctica deportiva en el hogar:

  • Carreras de obstáculos adaptadas: crear un circuito de obstáculos en el hogar usando cojines, sillas o túneles de tela y establecer diferentes formas de desplazamiento, como caminar sin usar una pierna, gatear sin usar una mano o moverse en silla de ruedas.
  • Bolos caseros: elaborar un set de bolos con botellas de plástico con arena o agua y utilizar pelotas de diferentes tamaños y pesos para adaptarse a las habilidades de cada persona. Se pueden permitir lanzamientos con las manos, los pies o incluso empujando con un objeto.
  • Juegos de pelota adaptados: el fútbol o baloncesto pueden adaptarse para niños y niñas con y sin discapacidad. Por ejemplo, un balón de mayor tamaño o una pelota blanda facilita la participación de las personas con dificultades motoras o de coordinación. Dado que el espacio es limitado, en lugar de jugar partidos, se pueden organizar dinámicas en las que el objetivo sea realizar el mayor número de pases posibles, reforzando la comunicación y el trabajo en equipo.
  • Juegos de ritmo y coordinación: realizar juegos de imitación con música, en los que deben seguir los movimientos o el ritmo de una melodía, como imitar saltos, giros o movimientos de los brazos. En caso de tener una discapacidad, es importante realizar ajustes en la velocidad o los movimientos para asegurar que todos puedan seguir el ritmo.
  • Búsqueda del tesoro inclusiva: organizar una búsqueda del tesoro en el hogar o en el jardín, donde deben encontrar pistas o resolver acertijos. Las pistas pueden adaptarse utilizando imágenes, pictogramas o creando pruebas que impliquen tareas físicas o mentales.

“La práctica deportiva en el entorno familiar también tiene un impacto positivo en el desarrollo emocional y social de niños y niñas. Además de promover hábitos saludables, fomenta habilidades como la empatía, la cooperación y el respeto hacia las diferencias individuales. Compartir el ejercicio con otros miembros de la familia enseña el valor del esfuerzo propio y el de los demás, lo que fortalece la tolerancia y el espíritu de equipo. Asimismo, al enfrentarse juntos a pequeños retos deportivos, aprenden a gestionar la frustración y a celebrar los logros de manera conjunta”, concluye Carla Álvarez Llaneza, psicóloga de Blua Sanitas.

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