(N.E. Es muy recomendable visualizar esta magnífica descripción ilustrada de los moais polinesios haciendo click aquí. Una revista digital que se despliega y se puede descargar)
Escribe: Javier López, descubridor de maravillas que comparte.
Estimado Carlos: En esta vida monótona y tantas veces rutinaria, hay ocasiones en que nos vemos envueltos por un estremecimiento, asaltados por una sensación de misterio que no somos capaces de explicar. Nos sentimos superados por la presencia de un enigma, de un arcano que nos señala lo limitados y contingentes que somos.
A mí me sucedió en Rapa Nui, la famosa Isla de Pascua, cuando me di de bruces contra unas enigmáticas figuras que ajenas al paso del tiempo otean el horizonte como esperando la llegada de alguien o despidiendo al astro rey.
Como intuyes, me estoy refiriendo a los “Moais”, esas misteriosas efigies de piedra que están repartidas en variadas posiciones por toda la geografía de la isla.
Lo de las variadas posiciones no es algo metafórico, no, las estatuas de figura humana están desparramadas por toda la isla y a veces en posiciones poco afortunadas, con la nariz clavada en la tierra, o con la cabeza cortada mirando a las estrellas con sus cuencas vacías.
Dicen que algunos de estos “moais”, unos 100 de entre casi el millar existente, tenían en la cabeza una especie de tocado “el pukao” que se hacía con la piedra volcánica roja de Puna Pau un lugar muy alejado del volcán Ranu Raraku en cuya cantera los tallaban.
Hay quien opina que este tocado rojizo puede hacer referencia a que la figura que el moai representa, tenía el pelo rojo y recogido en un moño y destacaba claramente del pelo negro que es habitual en toda la Polinesia.
Otro de los detalles que destacan en estas sorprendentes estatuas pétreas es el descomunal tamaño de las orejas y que hace sospechar que la raza representada no era la habitual polinésica. Los nativos dicen subdividirse en orejas largas y cortas.
La isla se redescubrió el domingo 5 de abril de 1722 el día de la Pascua de Resurrección por el holandés Jakob Roggeveen, de ahí su actual nombre. Roggeveen permaneció durante una semana en la isla, estimando su población en torno a los 2.000 o 3.000 habitantes. La población, según los análisis de ADN, parece tener origen polinesio. También su tipo de lengua es de corte oceánico y no americano, aunque no excluyen algún contacto.
Las representaciones antropomórficas en piedra de los dioses, no son muy habituales en la Polinesia si hacemos excepción de las que aparecen en las islas Marquesas y que puso de manifiesto Thor Heyerdahl como una posible conexión con las culturas peruanas, la mochica principalmente.
La verdad es que a día de hoy no se sabe lo que representan. ¿Son dioses a los que se invocaba? ¿Son individuos de una etnia ancestral que los regía? Sea como fuere la hierática presencia de estos centinelas de piedra nos hace reflexionar sobre las culturas y ritos de esas gentes ignotas que nos han precedido.
Ya es un misterio cómo consiguieron transportarlas y erigirlas por toda la isla es sus altares ceremoniales, los Ahu. No hay mucha variedad de tipos. En casi todos predomina la frente saliente, los labios apretados en un gesto de “hacer morritos” una leve barriga y los brazos pegados a lo largo del cuerpo con las manos queriendo
unirse bajo el abdomen.
Bien es cierto que algunos rompen este esquema, como el llamado Tuku turi, un moai que está sentado sobre sus rodillas y que parece mirar al cielo.
Cuando fue descubierto en 1955 por una expedición arqueológica noruega, los habitantes de Rapa Nui no daban crédito a la figura, pues aunque todos las moais son diferentes, nunca habían visto uno con piernas.
Hay quien señala que puede ser una mujer y otros opinan que tiene barba. Lo más curioso es que está precisamente en el lugar más emblemático de la isla, en la cantera donde se esculpían estos impresionantes monumentos y naturalmente destaca no solo por su forma sino por el tipo de piedra que no tiene nada que ver con la del cercano volcán Rano Raraku que le da sombra. Las laderas del volcán donde fueron tallados los moais hierven de figuras semienterradas que aguardan para ser llevadas a su emplazamiento definitivo.
Una leyenda dice que los moais se fueron caminando ellos mismos a sus lugares definitivos, y un reciente estudio ha demostrado que por el reparto de su peso, es posible hacerlos avanzar mediante un bamboleo controlado mediante maromas.
Quizá la frente fuera tan prominente para sujetar a ella las cuerdas que facilitaban el transporte, porque cuando llegaban a su emplazamiento definitivo parece que se suavizaba y se marcaban los ojos, que en estas estatuas de la cantera están solo insinuados. El tamaño de los moais del Rano Raraku es parecido, pero hay alguno inacabado que corta la respiración por las dimensiones descomunales del proyecto.
Aquí podemos considerar uno de ellos, de 20 mts. y compararlo con los habituales. Se ve que tenían proyectos ambiciosos. En las paredes del volcán hay algún otro inacabado también de gran volumen.
Independientemente de su tamaño el caso es que transportaban estas enigmáticas figuras por toda la isla hasta dejarlas instaladas en unas grandes plataformas ceremoniales, llamadas los “Ahu”.
Pueden verse varias de ellas por toda la costa, incluso en el interior, pero con leves excepciones, casi todas las estatuas están de espaldas al mar. ¿Podríamos decir que están desembarcando?
Unos recientes estudios sugieren que los ojos, que parece ser se tallaban cuando el moai estaba ya situado en su lugar definitivo, se cubrían con unas conchas de nácar que les daban una apariencia turbadora.
No es mucho lo que se conoce de estos pétreos gigantes. Lo cierto es que en una época no muy lejana un movimiento social incendió a los habitantes, que locos de furor, los fueron derribando de sus altares ceremoniales y los dejaron abatidos por toda la superficie de la isla, pueden verse por doquier, algunos con su rojo tocado, el pukao, por compañía, con la cara incrustada en el duro suelo o con sus órbitas desnudas viendo transitar las nubes.
Son muchos los misterios que Rapa Nui alberga, la leyenda del hombre pájaro, las tablillas Rongo Rongo, un idioma ideográfico no descifrado en la actualidad o las figuras de animales labradas en las piedras.
Todos estos enigmas nos hacen soñar, nos transportan a la parte maravillosa de la existencia, la que hace soportable y deseable la vida y yo amigo Carlos, desde estas líneas te invito a empaparte en sus guardados secretos o simplemente a ver la despedida del sol desde Tahai, en las cercanías del puerto de Hanga Roa, para que puedas sentir la magia de Rapa Nui y te veas atrapado por el sortilegio de sus misterios como fui apresado yo para siempre. Cuando vuelvas, me lo cuentas.
Hasta entonces, recibe el cariñoso abrazo de tu amigo de siempre
Javier