El domingo pasado leía en el diario EL PAÍS de que Felipe González y José María Aznar habían coincido en recomendar la necesidad de ligar los salarios a la productividad. En este sentido apuntaba González, según El PAÍS, que “necesitamos pactar el coste de la hora de trabajo”. Y siguió “analizar cómo la estructura retributiva influye en la productividad, que es la que marca la competitividad, la que permite ganarla”.
Por otra parte, Aznar se mostró partidario de “ligar los salarios a la productividad”.
En una palabra ambos ex – presidentes coincidieron en sus recomendaciones de “gurús”.
Estas manifestaciones las hicieron en un acto organizado por HSM España, empresa que se encarga de organizar eventos por los que cobra entre 1.300 y 2.000 € la entrada.
La misma noticia señalaba que HSM paga a los conferenciantes entre 40.000 y 200.000 €.
Después de leer esta noticia tengo que reconocer que me quedé perplejo, cabreado y escéptico. Yo mismo pensé lo siguiente:
1º Según las informaciones difundidas hace pocos días por la empresa Thinking Heads de Barcelona, se valoraban los speech de González y Aznar en unos 30.000 €, lo cual no está mal pero no alcanzan los 40.000 y mucho menos los 200.000 €. Se diría que nos tratan de concienciar, no sabemos quién, para que admitamos algo que está fuera de toda lógica, como son unas cantidades desorbitadas que no se justifican de ninguna de las maneras, igual que un futbolista reciba 8 millones netos de impuesto al año por darle a una pelota.
2º Me parece muy bien que se ligue la evolución del salario a la productividad o dicho de otra forma a lo que el trabajador aporte a los resultados de la empresa. Seguro que, con todas las casuísticas que se den, se pueden encontrar soluciones entre sindicatos y patronales.
3º Lo que no me parece bien es que personas como Felipe González y José María Aznar prediquen la austeridad y la exigencia de productividad y al mismo tiempo cobren los honorarios que, según parece, cobran. Un ex – presidente se merece un reconocimiento del erario público digno, por ejemplo 10 veces el salario mínimo, para que no tenga que hacer predicaciones que él mismo no cumple.
Termino, sin acritud, con el dicho popular, “consejos vendo y para mí no tengo”.