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Somos lo que hacemos día a día:pensar en positivo para mejorar

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Escribe: Fernando Álvarez Díaz de Cerio

“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado” (Buda) 

Heredamos el 50% de nuestros circuitos neuronales, pero el otro 50% lo conseguimos a través de nuestros conocimientos y experiencias. 

Por ello podemos reinventarnos a nosotros mismos. 

Pero esto se hace a través de una decisión consciente de cambiar hábitos y rutinas. De interrumpir hábitos de pensamiento.

Esto desarrolla circuitos cerebrales nuevos y cambia el funcionamiento de la mente y el cerebro.

Aquello en lo que piensas con más frecuencia determina lo que eres y en lo que te convertirás, por ello puedes cambiar tu forma de ser a través de pensamientos y actos conscientes.

Poseemos el poder necesario para cambiar nuestro cerebro, nuestro comportamiento y nuestra realidad, pero para ello debemos alterar el automatismo que gobierna nuestro cerebro. 

Estudios neurológicos recientes demuestran que podemos cambiar nuestro cerebro con el mero hecho de pensar.

Cada uno de nuestros pensamientos provoca una reacción bioquímica en el cerebro. Acto seguido, el cerebro libera señales químicas que se transmiten al cuerpo, donde actúan como mensajeros de los pensamientos.

Los pensamientos que desencadenan la liberación de sustancias químicas  en el cerebro permiten que tu cuerpo sienta lo que estás pensando.

Cuando piensas cosas felices, estimulantes o positivas, tu cerebro elabora sustancias que te hacen sentir alegre, animado o inspirado. El cerebro produce de inmediato la dopamina, que es un neurotransmisor químico, que activa el cerebro.

Si tienes pensamientos de odio, enfado o desprecio el cerebro produce neuropéptidos que causan sensaciones negativas.

Cuantas más veces repetimos los mismos pensamientos, que producen las mismas sustancias químicas, que a su vez provocan en el cuerpo las mismas sensaciones, más modificaremos nuestro físico a través estos pensamientos.

Lo que pensamos y la intensidad de esos pensamientos influyen en nuestro estado de salud y en nuestra calidad de vida. 

Heredamos el 50% de nuestros circuitos neuronales, pero el otro 50% lo conseguimos a través de nuestros conocimientos y experiencias.

Cuanto más pensemos de cierta manera sobre determinadas cosas, más propensos seremos a pensar de la misma forma sobre esas cosas, ya que el refuerzo neurológico hace que resulte más sencillo pensar de esa forma la próxima vez.

La gente se vuelve adicta a las sustancias químicas que se producen cada vez que tenemos un pensamiento.

Cuando comprendamos la química de esta adicción a nuestros propios pensamientos, podremos liberarnos y evolucionar.

Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que recibimos y cualquier perturbación en ese nivel habitual hace que suframos malestar. Haremos por tanto todo lo que esté en nuestra mano, consciente o inconsciente  parea restaurar el balance químico acostumbrado.

Nuestras actitudes emocionales son resultado de lo adictos que somos a los pensamientos que deseamos sentir. 

Pero entonces, ¿No nos queda más remedio que ser adictos?

La ansiedad genera ansiedad y la alegría genera alegría.

¿Qué ocurre cuando decidimos que ha llegado el momento de dejar de pensar de cierta forma?

Esta decisión no es muy distinta a la que se produce cuando decidimos dejar de fumar o de beber alcohol. Ambas son adicciones y cambiarlas es igual de difícil.

Una vez que la continuidad del balance homeostático se altera debido a que ya no pensamos de la misma manera ni reaccionamos a las mismas circunstancias, las células de nuestro cuerpo se agrupan y comienzan a confabularse. Envían un mensaje a la red neuronal para activar cierto nivel mental, de manera que podamos fabricar las sustancias químicas adecuadas para mantener el cuerpo en equilibrio, controlado y moderado. Si los receptores no reciben los péptidos de las emociones habituales y esas células notan un cambio en el equilibrio normal, enviaran un mensaje a través de los nervios periféricos y la médula espinal hasta el cerebro.

Te dicen ¿Podrías empezar a activar esos pensamientos que producen las sustancias necesarias para que todo vuelva a la normalidad?.

Esto ocurre de manera inconsciente y en un instante y nos lleva  a pensar de la misma manera a como sentimos. 

Por eso cuando nos alejamos de la rutina, de los lugares, cosas y sucesos habituales sentimos que es más fácil cambiar nuestro estado del ser. Porque cualquier interacción con esa vida diaria  desencadena un pensamiento asociativo automático.

Alterar nuestro entorno de manera que no tengamos asociaciones previas con él nos ayuda a dejar de activar respuestas automáticas y habituales y por tanto a cambiar. 

Tenemos la capacidad de reinventarnos a nosotros mismos y convertirnos en individuos nuevos de forma consciente,  utilizando las mismas herramientas con las que desde siempre hemos construido inconscientemente nuestro antiguo yo.

Cambiar es romper con la rutina de ser tu mismo. Hay que romper el cordón umbilical que nos une al entorno y a la descarga de sustancias químicas a las que todos hemos llegado a ser adictos.

Si a través de nuestra mente consciente, logramos modificar nuestras acciones diarias regulares e inconscientes las veces suficientes, orientaremos el cuerpo hacia una nueva experiencia de nosotros mismos y nuestra realidad.

Pero requiere tiempo y esfuerzo realizar el tipo de cambios neuronales y de comportamiento que deseamos. Tenemos que pensar y utilizar nuestro cerebro de forma diferente. Debemos realizar un esfuerzo consciente para planear nuestras acciones y comportamientos futuros y repasar esas acciones en nuestra mente para que nuestro cuerpo se acostumbre a obedecer. 

¿Porqué el hecho de romper una relación afectiva resulta tan difícil?.

A lo largo de una relación, incluso cuando es mala, las dos personas activan redes sinápticas y producen neurotransmisores y péptidos que asocian ciertos sentimientos a sus experiencias y son esos sentimientos los que reafirman la personalidad de cada uno. Se habitúan tanto a la relación que cuando deciden dejarla no logran romper la estructuración neurológica y los vínculos químicos que se asocian a ella. Después de la ruptura, la memoria de las experiencias que tiene cada uno, le recuerdan al cuerpo que le han privado de su acostumbrada estimulación química. Ella o él, el cuerpo de ella o él,  experimenta una sensación de pérdida. La angustias que provoca la ruptura entre parejas se debe a la interrupción de un hábito neuroquímico.

Puede que rompamos con una persona , pero seguiremos siendo adictos a los sentimientos que esa relación engendraba. Tanto que elegiremos a la nueva persona basándonos en  las costumbres adquiridas con la anterior. El vacío causado por la pareja anterior hará que necesitemos la descarga de sustancias químicas a las que estábamos acostumbrados, y eso determinará la elección de la nueva pareja. 

Y ahora ¿Te atreves a reinventarte? 

Somos lo que hacemos día a día.

La excelencia pues, no es un acto, sino un hábito.

Aristóteles.

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