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Entre el bien y el mal, cactus (por Javier López)

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Escribe: Javier López

Este post se puede descargar desde aquí en pdf.

Amigo Carlos: Me gustaría sumarme a la nueva imagen de tu afamado blog, con una reflexión sobre el bien y el mal.                 

El mundo siempre ha sido el escenario del combate entre esas dos fuerzas antagónicas.

Ya sabes, amigo mío, que el bien y el mal, en muchas ocasiones, van de la manita.

Yo creo que en el fondo se complementan y a la postre se necesitan.

Una no es nada sin la otra.

Evgueni Evtuchenko lo refleja muy bien en su agudo poema: Entre la ciudad Sí y la ciudad No. Todos nos pasamos la vida entre esos dos extremos, entre el bien y el mal. Unas veces optamos por uno y otras nos arrojamos en brazos del otro. La proporción es lo que varía.

Somos inconstantes y contingentes.

Por esa razón, de la vida he ido aprendiendo que nadie está perpetuamente en los

Extremos y que si nos fijamos bien, ni los buenos eran tan buenos, ni los malos eran tan

malos. Y esto se puede aplicar lo mismo a la política, al jefe, o al ámbito doméstico.

Siempre hay alguno al que teníamos por bueno que nos sorprende con alguna maldad de                                                                                                                                          

campeonato y al contrario, vemos con frecuencia al que creíamos el malo de la película, salvando a la heroína.

Y la naturaleza está llena de esa dualidad.

El ejemplo más representativo es sin duda la rosa.

Objeto de mil poemas que la cantan y exaltan su belleza, que la comparan con la suavidad

de la piel de mujer amada, que cantan la elegancia de sus colores, o la finura de su

aroma y si embargo pocas veces se hace hincapié en las afiladas espinas que siempre

la acompañan.

Es como si inconscientemente solo quisiéramos ver una parte de la realidad.

Tengo un amigo que sostiene que el problema  que más daño hace a la convivencia es la

Pérdida de la ecuanimidad.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  

Pues bien, amigo Carlos, como soy consciente de que el ejemplo de la rosa iba a ser el más

característico y recurrente,  he optado por otro que pusiera de manifiesto esta dualidad,                                                                                       

este entendimiento y he elegido como modelo para representarlo, las flores de los cactus.                                                                

Las flores de los cactus, con formas caprichosas y variopintas, emergen entre un mar de espinas y quizá por inesperadas, son un regalo para la vista.  

Sin embargo, tienen una sensación de fragilidad que a la postre resulta insuperable.

La fotografía es la única posibilidad para poder disfrutar de estas sencillas y elegantes inflorescencias. Nunca he visto a nadie hacer con ellas un manojo como con las violetas o las margaritas. Son inaccesibles. Son como los cuadros del museo, se ven, pero no se tocan.

Parece como si la planta, temerosa de los depredadores humanos, las ha protegido con esas aceradas púas, para evitar que una mano caprichosa las arranque.

Únicamente los insectos y con cuidado, se acercan a libar su polen y de paso las fertilizan.

Están acostumbradas a los ambientes más extremos, desierto incluido, y aprovechan todos sus recursos para reproducirse. No obstante subsisten y se desarrollan en muchas latitudes, siempre y cuando no las ahoguen. Necesitan muy poco líquido.

En estas plantas queda patente la coexistencia del bien y el mal. La flor de colores vistosos

plena de simetrías, con pétalos suaves y delicados, ofrecen sus antenas llenas de colorido polen y a su lado las lacerantes espinas, de afilada punta, dispuestas por millares en formación de combate, para disuadir a la mano ladrona.

Y pasa como en la vida, que a veces te decantas por el bien y otras te seduce más el mal.

Hay que tener en cuenta que estas acorazadas plantas, llegan a parecernos simpáticas, porque en el fondo, no engañan a nadie.

Te enseñan sus cartas desde el principio, el ejército de agujas  presenta armas  sin dejar lugar a dudas. Como te acerques te pinchas. No hay dobles interpretaciones, trampas, ni besos de Judas. Tú decides con conocimiento de causa. El peligro viene de las otras, las engañosas, las que parecen una cosa y luego son otra.

Ya lo dice el viejo aforismo: Líbreme Dios de los buenos…que de los malos, ya me libraré yo.

Bueno Carlos, te agradezco que hayas atendido mis reflexiones y me despido hasta la próxima, no sin antes desearte que vayas por el buen camino… porque por el malo, …por el malo… ¡¡¡ hay un atasco terrible !!!.

Que hagas muchas fotos esta primavera y recibe el fuerte abrazo de tu amigo

Javier

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