(Damos la bienvenida a Gabi Otalora como colaborador del blog. El factor humano ha estado y está siempre entre sus preocupaciones. Seguro que con sus posts va a contribuir a ofrecer un enfoque más respetuoso a la persona en las organizaciones empresariales lo que, desde nuestro punto de vista es absolutamente necesario siempre)
Escribe: Gabriel Otalora, especialista en HR y comunicador.
Para Sócrates, el conocimiento de uno mismo era la clave del saber (su equivalente oriental sería el zen budista), mientras que para su antagonista Protágoras primaba la habilidad de saber qué hay que decir, y decirlo bien. Hoy lo que valoramos es el saber en la acción, aunque el protagonista de todo es siempre el mismo: el ser humano, buscador de conocimiento que añade valor y mejora a su existencia y a su trabajo.
En esta apasionante carrera del aprendizaje continuo, la capacitación en nuestro tiempo aconseja algunas reflexiones:
1. Se impone un aprendizaje menos utilitarista. Estamos dirigiendo la enseñanza y el aprendizaje hacia conseguir un puesto de trabajo o una cuota de poder en la empresa, sin potenciar suficientemente la curiosidad intelectual ni la vocación del alumno, incluido el adulto en pleno aprendizaje continuo. En el saber actual prima enfoque de empleabilidad instrumental, a corto plazo, frente a cualquier otra consideración.
2. El sistema de enseñanza exige una mayor eficiencia. Los años y los esfuerzos invertidos en formación no se corresponden con la calidad de los resultados. Deberíamos tener más presente éstas palabras de Leibnitz: “La experiencia no consiste en el número de cosas que se han visto, sino en el número de cosas que se ha reflexionado con fruto”.
3. El desarrollo profesional debe ir vinculado al desarrollo personal. El ciclo del aprendizaje no debe ir por un lado y el desarrollo personal por otro. Ambos son dos aspectos de la misma realidad si lo que buscamos es una capacitación integral capaz de lograr resultados en tiempos de crisis.
4. El mundo educativo y empresarial deben ir de la mano. Es insuficiente la actual conexión universitaria con el día a día de las empresas, necesitadas de que los saberes y las competencias vayan acordes a las demandas del mercado, ante los constantes nuevos retos que se presentan que están cada vez más interrelacionados.
5. El conocimiento es algo más que información. La verdadera pedagogía no consiste en transmitir información sino en posibilitar experiencias, utilizando instrumentos de medición para conocer cómo y cuánto se mejora, en línea con la conocida máxima de lord Kelvin: “Lo que no se define no se puede medir, lo que no se mide no se puede mejorar, y lo que no se mejora se degrada siempre.” Hay que ver como cuesta introducir sistemas de gestión del desempeño en las empresas y en el mundo docente.
6. Es una necesidad sustraerse a la cultura de lo fácil. Aprender requiere esfuerzo en contra de algunas llamadas en sentido contrario; no es tan fácil como lo pinta la cultura del tenerlo todo hecho. Como necesario es suplir la falta de estímulo para generar un esfuerzo creativo basado en el trabajo en equipo. Las soluciones fáciles no existen: las oportunidades hay que crearlas para que las soluciones aparezcan, sin dejarnos llevar por la apatía intelectual tan de moda.
7. La educación no casa con las prisas. La competitividad actual degenera en estrés negativo (distrés) y frustración en una sociedad que corre y corre, más preocupada de la velocidad que de analizar si la dirección tomada es la correcta. Entre tantas preguntas ante una realidad cambiante, una echo especialmente en falta: ¿Con qué nos estamos conformando?
8. Urgen modelos fiables de referencia. Pedimos a las generaciones que están llamando a la puerta, que sean honradas y a la vez eficaces. Pero aun mejor que quedarnos con eslóganes atractivos es que nos convirtamos primero en un modelo de referencia para otros, practicando la autocrítica y ofreciendo ejemplo ético. Si de algo hay que hace gala, es de una mayor modestia intelectual.
9. Lo esencial son las personas. Es el verdadero factor diferencial de las la empresas. Se está haciendo un gran esfuerzo por conectar adecuadamente con el cliente, pero no existe el mismo empeño en trabajar el valor añadido tanto al cliente final como al “cliente interno”, al trabajador que forma parte del proyecto. No solo se aprende de los clientes y de la competencia: es mucho el conocimiento de los trabajadores que queda aún por desarrollar en beneficio de todos.
10. Hay que aprender a aprender. Un proceso creativo produce satisfacción y alegría. Y cuanta más rica es la creación, más profunda será la realización personal a pesar de las humanas resistencias al cambio. Aprender es una habilidad necesaria en entornos cambiantes que requiere de una adaptación permanente, en los que no cabe mucho margen para descansar sobre las capacidades ya adquiridas.
En definitiva, la realidad actual es tozuda y apunta a que el capital intelectual y la gestión por valores que se apoya en los intangibles de la persona (compromiso, talento, inteligencia emocional, cultura de empresa…) tiene cada vez más peso en las organizaciones. Ahí es donde los esfuerzos de las comunidades educativa y empresarial tienen que dirigirse con más convicción para trabajar y mejorar el desempeño si lo que pretendemos es mejorar los resultados.