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Estimado Carlos: Ya te dije que el verano era muy largo y mis ansias de patear mundo gozaban de buena salud.
Así que me he dedicado la mayor parte de agosto a visitar otras gentes, otras tierras, y ha sido una experiencia tan gratificante y placentera que no tengo por menos que recomendártela.
Hacía 14 años que no visitaba Bretaña y ya se me hacía demasiado tiempo.
Bretaña es una tierra francesa llena de encanto y que da mucho juego a los amantes de la fotografía. Creo que nuestros amigos del blog encontrarían en sus pueblos y paisajes todos los temas de fotografía lúdica que poco a poco hemos ido desgranando aquí.
Comenzaré diciendo que Bretaña está presidida por las mareas. Hay que verlo.
Por ejemplo esta es la playa de Perharidy, en Roscof, en la parte norte. Puede que pienses que siempre es así. Pero si vas a verla seis horas después, te encontrarás con esto:
Y no sabes Carlos el jugo que se le puede sacar en estas tierras a la bajada de la marea. Si tienes bien los riñones, puedes levantar las piedras (teniendo luego el cuidado de volver a colocarlas en su primitiva posición) y ante tus asombrados ojos aparecen una legión de nécoras, pequeños bueyes y enormes cangrejos.
Te recomiendo, en plan amigo, que te proveas de un buen par de guantes, pues las condenadas venden muy cara la pérdida de su libertad.
En Bretaña, hay zonas donde la marea retrocede varios kilómetros desde la orilla, y ello da pie a la aparición de muchas zonas de marisqueo. Yo me crié a la orilla del mar y por ello lo disfruto sobremanera. Una de mis numerosas debilidades son los bígaros o caracolillos
En algunas zonas hay tantos, que la diversión se termina enseguida, ya que con levantar cuatro piedras ya recoges la ración diaria.
No exagero en absoluto.
Otra de las delicias bretonas es la degustación de sus incomparables ostras. Yo suelo hacerlo en Cancale.
Cancale es un pequeño puerto, situado a mitad de camino entre dos puntos emblemáticos.
Saint Malo, la guarida de los corsarios y el Mont Saint Michel, ya en Normandía.
En Bretaña hay muchas ciudades y pueblos con encanto. Vannes con sus casas de madera entramada, Quimper y su catedral, Morlaix presidida por el gigantesco puente del ferrocarril, la señorial Dinard, la medieval Dinan y docenas de pueblos jalonados por jirones de historia, que muestran orgullosos su pasado esplendor, que cuidan con detalle el rico legado de los siglos.
Uno de mis preferidos es Concarneau, donde el puerto amurallado, sigue recordándonos a los corsarios, pero hoy se ha convertido en refugio de innumerables artesanos que ofrecen sus elaborados trabajos mientras el reloj del torreón, se refleja indolente en las aguas del puerto.
Bretaña lleva prendida una larga historia, que sale a recibir al visitante. Desde la prehistoria a nuestros días hay una continuidad que nos rodea en todos los lugares. Desde los monumentos megalíticos de Carnac, Loqmariaquer en la costa sur, o Barnenez en la norte, hasta los torreones y las catedrales medievales.
Otra de las cosas que sorprenden en Bretaña es la cantidad ingente de piedra labrada que sale a nuestro encuentro. Si uno presta atención, puede descubrir el espíritu inquieto de los canteros que las labraron, peregrinando incesante de los calvarios a las catedrales, de los campanarios a los ventanales.
Y además está el clima, la humedad, que va tapizando de líquenes las imágenes, y las va añadiendo una pátina de misterio que se suma al sueño, al deseo artístico de su creador, como si quisieran aportar su impronta, perfeccionar la obra del cantero y hacerla inmortal.
Bretaña es un pueblo alegre; en los días de agosto son numerosas las fiestas con las que se puede disfrutar de sus gentes, su gastronomía y su particular idiosincrasia.
En una excursión por estas tierras puedes enriquecer tus colecciones, tus tipologías, pues es una región pródiga en motivos gráficos. Una delicia.
¿Te acuerdas de algunas de las sugerencias que hemos ido desgranando en la sección de fotografía divertida?
¿ Te acuerdas de las ventanas ? Aquí te las encuentras a veces tímidas y agazapadas entre los líquenes de los tejados o secuestradas por la hiedra . En esta y muchas regiones francesas no se utilizan persianas protectoras como en España y son frecuentes los visillos de encaje para adornarlas.
¿ Y de los relojes, implacables medidores del tiempo que lentamente se consume ?
¿Recuerdas mis comentarios sobre las vidrieras, que cobran protagonismo y ganan en atención si vamos buscando en ellas motivos similares? como los nacimientos, por ejemplo.
O los atardeceres, cuando el sol cansado de vagar por el cielo, parece que se sumerge en el mar para refrescarse un poco y deja sus últimos reflejos nadando sobre las olas.
He encontrado allí buenos ejemplares de mis amigas , las viejas chimeneas, aunque un poco perezosas, ya que al ser verano, ninguna me saludó con su penacho de humo de bienvenida.
Salen a tu encuentro los retratos que comentamos hace poco, los animales, castillos, puertos y un largo etcétera que harían esta epístola demasiado larga.
Así que amigo mío te dejo hasta la próxima, deseando que tus vacaciones y todas las de los lectores de tu afamado blog hayan sido relajantes y divertidas.
Y ahora que han terminado ya podemos descansar a gusto.
Recibe Carlos, un fuerte abrazo de tu amigo
Javier