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La fotografía en las estaciones

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Escribe: Javier López

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Amigo Carlos: La fotografía es una actividad que puede practicarse durante toda la vida.

En eso se asemeja al golf. No hay ningún obstáculo para llevar la cámara en nuestros desplazamientos e inmortalizar el mundo que nos rodea. Y esta afición se puede desarrollar de manera gratificante a lo largo de todo nuestro periplo por la existencia.

Naturalmente cada época de nuestra vida va a estar gobernada por unas motivaciones diferentes.

Posiblemente vayamos evolucionando en los gustos, disfrutando con cosas diferentes a lo largo del viaje.

Pero es que también cada etapa tiene su belleza.

Podemos poner un ejemplo muy gráfico, analizando lo que le sucede a la fotografía a lo largo del año.

Cada estación tiene sus peculiaridades y son un reflejo del ciclo vital. Al igual que nosotros, el año nace, crece, madura y muere.

Juega con ventaja, porque luego el año comienza su ciclo nuevamente, pero nosotros, eso ya lo observaremos difuminado, a través de la lápida que recuerda nuestro éxodo.

Bueno, está así establecido y no es cuestión de ponernos ahora a cambiarlo.

Lo que sí podemos hacer, amigo Carlos, es aprovechar todas las oportunidades que la vida nos brinda y sacarle el mayor jugo posible. 

Por ejemplo, ¿ya te has dado cuenta de que la Primavera está llamando a la puerta de manera notoria? ¿Has visto como se van engrosando los ápices de las ramas y se están empezando a abrir los primeros brotes?  En Getxo hace tiempo que han florecido las “Mimosas” con su explosión de amarillo y su aroma peculiar y ya sabes que aquí, estas flores son el heraldo de la primavera.

Sin tardar mucho florecerán los “Prunus”, ya he visto alguno, y las ramas rugosas y secas pronto se cubrirán de flores, barnizando de  color los paisajes y llenando de alegría las ramas que nuevamente se sienten fértiles y necesarias.

A la llamada de las flores, y de su color, se produce el despertar de la vida dormida.

Miremos donde miremos- si somos capaces de abrir los ojos- podemos tomar gráfica nota de su nacimiento. Puede que alguno obsesionado con su trabajo, de la oficina a casa, en metro, en coche, o en el ascensor, no se percate de esta explosión de vida, pero aquí estamos nosotros para recordárselo.

Porque no son únicamente las flores. Las flores atraen con sus variados colores a los insectos, pero sobre todo los atraen con la jugosa promesa de su polen. Abejas, moscas, mariposas, coleópteros etc. pasean una y otra vez por sus corolas arrebañando la jalea de sus antenas, donde podemos inmortalizarlas. Es la eclosión de la VIDA con mayúsculas.

En este amanecer podemos asistir al despertar de todos los sentidos, el olor de las flores, que va a impregnar el aire de jardines y campos, el sonido del canto de los pajarillos buscando compañía o el ruido de los niños jugando, ajenos a lo que les espera.

La primavera es época de deshielo y las aguas libres ya de su cárcel blanca, emprenden el viaje que comienza cantarín en los arroyos, para terminar sosegado en los brazos de su padre, el mar.

 

 

Luego el verano toma el testigo para llevar al año a la plenitud. Días largos y noches cortas.

Parece como si el sol y la luz nos cargasen las pilas y salimos gozosos a su encuentro.

El verano es época de madurez, los frutos cubren los árboles, los cereales maduran y los racimos penden perezosos entre los pámpanos, esperando pacientes la vendimia.

Pero sobre todo, el verano es sinónimo de fiesta, de vacaciones, de alegría y diversión.

 

De paellas en el campo o de tortillas grasientas en el chiringuito de la playa, de interminables caravanas domingueras.

Estación para practicar deporte y poner a tono nuestros músculos en esa lucha constante y sorda que todos mantenemos contra el “michelín”. Es la estación del sol la crema, del color tostado y el pelo corto.

Y sobre todo la ocasión para viajar y conocer mundo, visitar otras tierras y otras gentes, abrir el corazón a otras culturas y aprender de ellas todo lo valioso que atesoran.

 

Pero el péndulo, inevitable, ha llegado al final de
su ciclo ascendente y lentamente al principio, pero luego de manera más acusada, comienza a retroceder.

La noche comienza a restar tiempo al día y vamos cayendo en brazos del Otoño.

Y el otoño siempre trae del brazo una cierta melancolía. La alegría del bosque comienza a serenarse, las hojas comienzan a teñirse y los ocres, rojos y amarillos sustituyen al telón verde que desde la primavera había constituido su levita rumorosa.

 

Las hojas que entretenían a la brisa desde lo alto de sus atalayas, poco a poco comienzan su suicidio en masa y acaban en el suelo ocultando las veredas, amontonadas e inermes ante los caprichos del viento.

 

Los amantes de las setas encuentran en el bosque otoñal, sus preciados trofeos que suelen ser un pretexto para reunir a la cuadrilla de amigos en torno a una suculenta mesa. El color de las mazorcas que se ponen a secar o los pimientos colgados en ristras, la alegría  de las vendimias, ejercen de pintores para dotar de magia al otoño.

Y así, lentamente, llegan las primeras nieves, y sus ya olvidados copos nos llenan de ilusión infantil.

La nieve nos devuelve a la infancia y al juego.

Es cierto que el blanco tapiz, cual piel de oso polar, esconde la realidad, dando una sensación de pureza que las cosas no tienen. Pero no nos engaña. La nieve es traicionera.

Es bella, pero es fría; al principio es bienvenida porque sirve de juego, pero al final es doncella indeseada. Queda demasiado evidente la metáfora del frío y la muerte, el calor y la vida.

La nieve es un motivo fotográfico de primera magnitud… cuando está blanca inmaculada. Pero cuando se está derritiendo y sucia, es un espectáculo deprimente.

El final del ciclo se puede manifestar de muchas formas, solo hay que estar atento y enseguida lo descubres. Las manifestaciones del “invierno” en la vida cotidiana son muy numerosas. En realidad, nos rodean por todas partes. 

 

Bueno, Carlos, de hecho a mi comentario también le ha llegado el invierno.

Te dejo, eso sí, con la alegría de poder dar la bienvenida a la estación de las promesas, las flores y las esperanzas.

Recibe el fuerte abrazo de tu amigo

 

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