(Una crónica llena de nostalgia, de afectos, de vida, de Samuel Aguirre)
Tiene mi muy Noble Villa jarrillera dos entidades de profunda raigambre y mucha solera: el Club Portugalete y el Ganerantz Mendizale Taldea. El primero, centenario, se dedica a la práctica del fútbol; el segundo, a subir montañas…
A causa de la coincidencia en los días de llevar a cabo sus actividades (con el sudor de sus frentes santifican los domingos) me veo obligado a decantarme por uno en perjuicio de ese otro, algo hermoso y muy amado…
A estas alturas de mi experiencia vital, me da que no hay amigo o conocido que desconozca de qué pie cojeo; que no sepa que en vez de hollar picos en tropel, yendo a la Florida y a San Mamés, con el fútbol me recreo. El 27 de agosto del pasado 2011, mientras remontaba en compañía de muy buenos amigos el macizo central de los Picos de Europa, bajo la mole impresionante de Peña Vieja , me preguntaba si acaso no había llegado ya la hora de dar un giro radical a mi vida. De regreso a casa, ziz-zagueando en coche por el desfiladero de la Hermida, me obsesionaba la duda de saber si acertaba cada vez que en las tardes de San Mamés y en las mañanas de La Florida enseñaba mi carné de socio al boinarroja en vez de, ese mismo día, muy de mañanita, haberme subido, frente al cine Java, al autobús del Club Ganerantz camino del inicio de la ruta que lleva a la cima de esas montañas que anhelo ascender y yo a mí mismo me lo prohíbo. En ocho años, tan sólo una vez he sido de la partida con los senderistas. Desde Valdezcaray hasta el Monasterio de la virgen de Valvanera, hundiéndonos en la nieve de los Pancrudos…
Gana el fútbol por escandalosa goleada. Por nuestra cuenta y riesgo, sin embargo, tres períodos innegociables reservamos para disfrutar de la sorprendente y maravillosa naturaleza: Semana Santa, Verano y Navidad; y las migas de algún fin de semana especial; y algún día marcado en rojo en el calendario. Gracias a mi vida junto a ella, decenas de Cuadernos de Viaje he escrito como ofrenda a las cumbres holladas: San Millán, Espigüete, Pico Mágina, Peñalara, Almanzor, Moncayo, Mulhacén, Gorbeia, Anboto, Teide, Calvitero…Perdonen los ascendidos y olvidados; y espérenme con la testa limpia los que aún no he coronado y en sueños escalo por todas sus caras: la herbosa y la nevada; la lisa y la quebrada, la suave y la empinada, la fácil y la complicada…
La vida pasa…y desperdicio los días señalados: el fútbol, insaciable, los devora. Me quedan años, sin embargo, si la vida así lo quiere, si la muerte se distrae y no me mira, huesuda, desde ese vacío terrible de sus cuencas sin ojos; si no me divide, en fin, de un tajo con su guadaña. Mas si quiero lo que deseo, debería variar el rumbo; girar bruscamente el timón para que la proa no busque el muelle viejo en La Canilla, ni mis piernas, La Florida o San Mamés…
Tengo un amigo marino: ¡Capitán, llévame al Kilimanjaro contigo; a la Marmolada en los Dolomitas, al Aconcagua en los Andes; a las viejas montañas de Escocia; al Etna, en fin, allá donde habita Vulcano!… Mientras tanto, con los pies en el suelo, aunque mi alma en vuelo, asumiré lo que soy: un mendigo, un pedigüeño, que va de hermano en hermano, de amigo en amigo… ¡Llévame a Mampodre, por favor; hazme compañía! Regálame cada seis meses dos de tus días. Vamos juntos al Perdido… y reza por mí en la “Escupidera”; al Aneto… y sigue orando en el “Paso de Mahoma”…Al Taillón, al Perdiguero, a La Maladeta; al Balaitús, al Vignemale. Y si el tiempo no da de sí; si en la aventura muero, hoguera quiero ser; cenizas… como azúcar que endulcen la cima del Bisaurín…
(“Las Crónicas de Kuitxi” para Herri-Irratia, Radio Popular de Bilbao)