Escribe: Juan Carlos Lluch, Corredor de seguros
10−22 s, o dicho de otro modo, una parte en diez mil trillones de un segundo es lo que vive teóricamente un bosón de Higgs.
En Wikipedia podemos hallar una hermosa y colorista imagen con un pie que reza “Una traza hipotética del bosón de Higgs en una colisión simulada de protón-protón.” Analicemos el texto: “traza hipotética”, “colisión simulada”… en un artículo que nos dice, con claridad, que el pasado 4 de julio de 2012 el CERN observó algo que podría ser un bosón pero no puede confirmarlo. Seguimos “casi” a ciegas.
10−22 s de vida de una micropartícula que podría ayudar a entender el concepto masa desde el punto de vista físico así como el concepto energía, desprovisto de masa (el fotón). Algo sin duda importante para un físico pero que carece de sentido para muchos.
No obstante ha sido primera plana en los periódicos, en las revistas, en los medios de toda naturaleza e, incluso, en películas y novelas desde hace años.
El hombre es un animal enormemente curioso: se preocupa de dónde viene y también por qué ocurrirá tras su muerte y para ello precisa un dios o una panoplia de ellos (uso “panoplia” pues los dioses tarde o temprano acaban siendo usados como arma) que resuelva el enigma. Resuelve el problema generalmente gracias a la tradición o a la inspiración de unos pocos (revelación) en ausencia de datos que confirmen tanto la acción creadora como la influencia mística. Ello genera un cuerpo de fe que no admite ni precisa el concurso de la razón y que culmina en un cierto fundamentalismo que no tiene en cuenta que su fe es tan respetable por sus fuentes como aquella de los demás. Por esa enorme falta de empatía, creyéndose heredero de los únicos principios de fe verdaderos, el hombre es capaz de matar en nombre de su Dios creyendo que, por ello, es aún más humano y hermoso a los ojos de la deidad de turno.
Los soldados de la Wehrmacht llevaban en la hebilla de su cinturón el “Got mit uns” (Dios con nosotros) y rezaban al Dios protestante o católico, el mismo, antes de la batalla; al igual que sus enemigos, por cierto. Sin duda la victoria nos dirá de qué lado estaba el cielo ¿verdad?
El hombre, amigos, es un enorme depredador. Voraz y terrible. No duda en matar o en convertir a otro en esclavo o miserable si con ello él avanza un milímetro en su escala de locura. No importa nada si el objetivo debe ser cumplido.
Lo vemos en la banca, donde a cambio de un objetivo comercial se ha convertido en miserables a gente que había ahorrado toda una vida de trabajo a base de colocarles preferentes o activos tóxicos. Lo vemos en los seguros donde gracias a colocar un pequeño capital de riesgo se puede burlar la normativa MIFID y vender productos de alto riesgo sin hacer una evaluación del cliente. También vendiendo seguros de hogar impuestos o gracias a anuncios cargados de falsedades que dejan a la gente expuesta, como una amiga que con su seguro bancario no tiene derecho a una casa temporal mientras la suya se repara tras un grave incendio.
Lo vemos en la economía especulativa donde gracias a productos referenciados o derivados (que jamás invertirán en la economía real, en empresas, productos o materias primas) permiten ganar dinero solo si otro lo pierde pero, además, interfieren en el precio de las cosas creando inflación y pobreza a nivel global. Hasta Zarkozy, un neoliberal, denunció el efecto tóxico de estos mercados en el campo de la economía real. El hombre descuida su papel como creador de riqueza sustituyendo su papel productor por el de caníbal, generando una carga negativa de su paso por la vida.
En sus conferencias el Subdirector General de Triodos Bank denuncia que en sus 30 años al frente de una sucursal de una Caja jamás un cliente le preguntó qué se hacía con su dinero al pedir un depósito mejor remunerado. Hay banca española que financia armas de destrucción masiva y otras actividades que probablemente no quieren ser conocidas por quien se está beneficiando de ellas. ¿Por qué no preguntar? Está claro que no se quiere saber: solo queremos más.
Llevamos años oyendo hablar de protocolos internacionales contra el cambio climático u orientados a frenar la destrucción de un planeta que no es nuestro. No somos propietarios sino meros administradores y me pregunto, como muchos otros, cual será la visión que dentro de unas generaciones se tendrá de las nuestras. Creo que no me equivoco cuando imagino que seremos observados como un mix de locura, estupidez y voracidad depredadora. Ni tan siquiera comprar un mueble de jardín de maderas tropicales o cambiar de móvil cuando sale una nueva versión es algo inofensivo pero preferimos no razonar y comprar. ¿Qué más da si nuestra basura tecnológica está colapsando los vertederos del tercer mundo y contaminando irreversiblemente sus recursos naturales? Somos así. Compro un tubo de pasta de dientes y reconozco cuatro envases superpuestos hasta que llego a la pasta dentífrica. Compro huevos y tengo dos envases superpuestos más un film retractilado. ¿Tengo una vida más fácil? ¡cierto! pero ¿a qué coste?
Ni siquiera nuestros sesudos líderes se sustraen al influjo de su lado oscuro. ¿Por qué razón millones de personas en España han vivido con la ansiedad en máximos hasta que unas pocas horas antes de que la miseria más absoluta llegara a sus vidas se les ha confirmado que seguirán recibiendo 400 euros como alternativa a la nada? ¿Acaso un africano que ha huido de la guerra tribal tiene que morir entre nosotros por negársele un tratamiento sanitario por ilegal? Hace días el Reino de Marruecos dejó a los ilegales en mitad del desierto… ¿Realmente somos seres humanos si permitimos que todo eso ocurra mientras agitamos la aceituna del martini?
Cuando era universitario estudiaba física cuántica y recuerdo cómo la ecuación de Schrödinger dio paso en mis estudios a la de Schrödinger-Pauli. La primera nos servía para calcular la probabilidad de hallar una cierta partícula en una cierta porción del espacio en un momento dado. Solo era una probabilidad, no una certeza. La segunda corregía un error de la primera al incorporar el spin o giro tridimensional propio de cada partícula con lo cual se aumentaba la precisión de dicha probabilidad pero también el error en cualquier otro momento considerado.
Recuerdo que este tema me traía de cabeza y recuerdo también que solo era apto para modelos simples que admitían ser tratados con aproximación (es decir, con errores). De hecho para resolver todas las ecuaciones se recurría a números imaginarios y a variables como el Hamiltoniano que dependía de la energía total del sistema. ¿Qué sistema, por cierto? Había que inventarlo o, como decíamos…”definirlo”:
Así las cosas, este mundo real funciona igual: nos relacionamos por aproximación pues no tenemos la certeza de nada y continuamente debemos definir el sistema en el que vamos a vivir los próximos instantes de nuestras vidas. Ya nada es permanente sino que todo cambia a cada instante obligándonos a resituarnos y a redefinir nuestra posición en todas las dimensiones conocidas. Tal vez, para resolver la ecuación a nuestra conformidad no nos queda más remedio que inventar variables que nos permitan mantener la cordura un ratito más o que nos ayudarán a aceptarnos tal cual somos. Unos seremos víctimas otros victimarios. Cada cual en su rol en función de sus variables y valores. Tal vez seguiremos creyendo en que lo somos por la influencia del campo generado en nuestras vidas por nuestra particular fuerza aún no probada del bosón de Higgs a quien algunos llaman la partícula de Dios.