Escribe: Sabin Azua. Socio Director de B+I Strategy.
Desde que Luis Berlanga rodó la película “Bienvenido Mr. Marshall” no habíamos asistido a un disparate tan mayúsculo sobre la influencia de un proyecto “empresarial” en la vida competitiva de un Territorio. Cada nueva información que aparece sobre este proyecto ahonda la fractura del supuesto “nuevo modelo de competitividad del gobierno español”.
En un momento en que toda la atención europea se centra en el rescate de la economía española, cuando la sociedad clama por un desarrollo económico sostenible en el tiempo, cuando las empresas necesitan un marco competitivo favorecedor de la incorporación de conocimiento y una mejor inserción en la economía internacional, cuando la situación económica genera situaciones de crisis social, etc., el proyecto de EuroVegas se defiende como uno de los principales motores de salida de la crisis.
Me rebelo contra proyectos de esta naturaleza. Además de reincidir en los valores del pelotazo y del enriquecimiento rápido; el promotor pretende establecer un área libre de leyes y reglamentos que conculcan el bienestar social: aplicación diferenciada de la ley de blanqueo de capitales, utilización diferenciada de la ley de extranjería (para abaratar salarios), precariedad laboral, modificación de la ley anti-tabaco, exenciones fiscales, etc.
Resulta cuando menos sorprendente que se elija este modelo de crecimiento, lindando la falta de ética, instalándose en la reincidencia en los errores del pasado, sin generar alternativas sólidas de crecimiento y de mejora del posicionamiento competitivo de las organizaciones. Además, se genera un enclave geográfico a modo de oasis legislativo y de desarrollo del estado del bienestar independiente de la legislación estatal, situación que resulta chocante frente a la negación sistemática del derecho a decidir que se propugna con creciente intensidad desde Cataluña y Euskadi.
Como cantaba Raimon: “Digamos NO: nosotros no somos así”. Trabajemos para que en Euskadi sigamos apostando por un modelo de competitividad diferente que integre la generación de riqueza en torno a la tecnología, la incorporación de conocimiento, la inserción internacional de nuestras organizaciones, la profundización en el estado del bienestar, inculcando valores diferentes a nuestra juventud: la solidaridad, la cultura del esfuerzo, el bien común, el compromiso intergeneracional con el desarrollo del país, etc.