Escribe: Javier López
Estimado Carlos: Estas semanas estamos recibiendo un escandaloso mensaje mediático que no por ya conocido deja de impresionarnos.
Todos los días nos desayunamos con casos de corrupción que ponen de manifiesto la ruina moral de este reino, del pueblo, y de sus gobernantes. Hasta el célebre cocinero vasco, el inefable Arguiñano, dice que España es un país con amplio surtido de chorizos. Mires adonde mires, desde los 4.000 casos de tipos que se empadronan falsamente para poder viajar a las islas a menor coste aéreo, hasta los habituales, que utilizan el poder en su beneficio. Son tantos que se puede recurrir a la manida expresión metafórica: «salen como las setas». Y así, por asociación de ideas hoy he aprovechado para empalmar con nuestra vieja afición a la fotografía y mostrar a todos los amigos del blog otro campo en el que recrearnos, una perspectiva de las enormes posibilidades que estos peculiares vegetales nos ofrecen. La seta no es sino la parte aérea y reproductiva del hongo, la zona donde se desarrollan las esporas que lo van a perpetuar.
No soy ningún experto en setas, y la verdad que lo siento, porque muchas veces me las encuentro en mis caminatas montañeras y ante la duda de si serán buenas o venenosas, por si acaso, las dejo que sigan su ciclo vital.
Eso sí, cuando tropiezo con alguna especie que reconozco bien, no perdono y me doy un pequeño homenaje gastronómico.
Lo que tampoco suelo perdonar es la foto pues tienen formas graciosas y son efímeras, dos particularidades que las convierten en codiciado trofeo cinegético.
Con este elemento de las setas, también se puede recurrir a esa técnica invernal que hemos venido recomendando para las fotos de las flores silvestres, es decir en las tardes desapacibles, cuando no apetece salir, podemos dedicarnos a identificar nuestros ejemplares contrastándolos con las fotos que a cientos aparecen en Internet.
Desde esta sección, donde damos a la fotografía una dimensión lúdica y placentera, no nos cansamos de proponer nuevos campos de captura de imágenes que puedan resultar del interés de los innumerables usuarios de las máquinas digitales. De nada sirve tener un buen equipo si luego no se nos ocurre nada para sacarle rendimiento.
No es necesario un equipo sofisticado para inmortalizarlas, si acaso utilizar la función «macro», disponible en todos los tipos de máquina digital.
Los libros de micología describen minuciosamente las variedades de este mundillo, pero el interés que ahora me suscitan en únicamente estético, al margen de su clasificación botánica. Se las puede encontrar en diversos hábitats. Hay setas que nacen en el suelo por donde discurre su micelio y otras que lo hacen en los troncos, casi siempre sin vida.
Todas ellas son excelentes motivos fotográficos que nos sorprenden con una enorme variedad de colores y formas.
Estos pequeños seres vegetales tienen algo de mágico y nos hacen soñar con los gnomos que dice la leyenda que viven cobijados bajo su sombrero. A veces nos acercamos a ellas con cierto respeto y tenemos cuidado al recogerlas por si molestamos a alguno de sus fantásticos inquilinos.
La diversidad de estos ejemplares es muy amplia y cabe la posibilidad de especializarse en alguna de sus variedades, las que nacen en los troncos por ejemplo.
Otra posibilidad es fotografiar individuos de una familia determinada. Yo por ejemplo la tengo tramada con la Amanita Muscaria, una de las setas más famosas, porque contiene una sustancia tóxica llamada Muscarina y que es un viejo predecesor del LSD, es decir un alucinógeno. Para mí, su forma de sombrilla es como el arquetipo de todo el género. Además me encanta su sombrerete rojizo, a veces algo anaranjado, que conserva pequeños restos de la volva blanca que la envolvía al nacer.
Una vez escuché a un eminente micólogo que disertaba sobre el tema y que hacía hincapié en que lo primero que se debe enseñar a los aficionados a las setas es a reconocer a las venenosas y no como se hace ahora, hablar primero de las suculentas. Entre otras cosas porque las venenosas son muchas menos que las otras. Así se evitarían muchos disgustos.
Pero ya he dejado constancia que además de por su sabor se las puede perseguir por sus formas y colores y por el encanto y cierta magia que destilan.
Hay setas durante casi todo el año, pero sobre todo, su temporada principal coincide con el otoño, cuando el bosque se cambia la vestimenta verde por ese dorado ropaje con blusas amarillas y ocres y cuando las hojas, antes fuertes, que desafiaban al viento desde la atalaya de las ramas, comienzan a caer y a tapizar el suelo y los caminos. Entonces, es un doble placer recorrer el monte, emborrachándose del multicolor follaje anunciador del invierno y disfrutando del paisaje evocador, de las nostalgias y recuerdos que nos trae de aquellos veranos románticos y apasionados cuando la fronda, cual delicado dosel, nos protegía del sol y del calor.
Bueno amigo, hoy hemos comenzado hablando de chorizos y hemos finalizado con las setas. Menudo viaje. Esperemos que la sociedad española se regenere, como hace la naturaleza, y podamos vivir en un país del que nos sintamos orgullosos.
Quizá sea labor de todos, porque hay mucha gente que piensa equivocadamente que robar solo es cuando se trata de los otros o de enormes cuantías. Es la política del engaño, el obtener ventajas mintiendo, lo que debemos erradicar.
Cuídate Carlos y recibe un fuerte abrazo de tu amigo de siempre
Javier