Escribe: José Antonio Moro Cambra / Huelva.
Hace ya algunas fechas me encontraba tomando un café con un magnífico mediador de la localidad onubense de Lepe, famosa por chistes que no le hacen justicia, pero desconocida por el carácter trabajador y esforzado, de negociantes y de emprendedores como pocos de sus gentes.
De pronto nos asalta e interrumpe un recién entrado a la cafetería y viejo conocido del mediador y empieza a contarle un relato bastante farragoso de un siniestro acaecido con su camión que tal y cual y toma y dale que esto y aquello.
El mediador le escucha impasible durante un largo rato de exposición; no se inmutaba ni movía una ceja, y me tenía expectante porque intuí que algo bueno se avecinaba y me serviría de aprendizaje.
Al final del relato sentencia con un diálogo cortísimo:
(M): ¿Me hablas de las pólizas que estuvimos viendo hace cuatro o cinco meses pero que te hiciste con el banco xxxxx porque eran más baratas, verdad?
(R): Sí, claro esas son.- Es que eran más baratas.
(M): Sí, pero que después de años de atenderte sin que tuvieses problemas conmigo te las llevaste a ese banco, nada más que porque eran más baratas, ¿no?
(R): (silencio) (
M): Vale, lo primero que vas a hacer es pagar los dos cafés nuestros por haberme interrumpido en el negocio que hablaba con este hombre.
(R): Pues claro, no hay problemas. Vd. me disculpa, -se dirigía a mí- pero como tengo confianza pues……vamos que me he puesto a hablar del tema.
(M): Y mañana a las seis te vas a mi oficina; y te llevas 500 euros; así sé que no me vas a hacer perder el tiempo.
Quien nos interrumpió puso sobre la barra los 2.50 euros de los cafés; y sé que a la oficina no fue – Entre otros, era la pretensión de mi interlocutor: no perder el tiempo y darle una lección para que no se le olvidara.
En mi criterio el mediador puso en valor su conocimiento y saber, como lo «caro» que puede salir «lo barato»; y ese añadido siempre se ha de tener muy presente.