Escribe: Javier López
Estimado amigo: En esta rica relación epistolar que mantenemos, en mi última aportación, te hablaba de la misteriosa llamada del CAMINO y de su poderoso influjo. A mi esta vez me ha llevado muy lejos. Ahora descanso unos días en Lima, visitando sus fabulosos museos después de un periplo andino en que he recorrido Cusco y sus ruinas ciclópeas, el Valle Sagrado de los Incas y la magnífica Machu Pichu. Es deslumbrante. Después de verlo infinidad de veces en los reportajes de Tv, en libros y revistas, cuando llegas allí, te emocionas. Surgiendo de la selva , unos picachos impresionantes esconden como una gema preciosa, la ciudad más ordenada y majestuosa que puedes esperar, toda ella bajo la sombra de la mole del Huaina Pichu, el pequeño «pan de azúcar» que la corona. También he recorrido el lago Titicaca y he desembarcado en las islas de vegetación flotante. Las islas de los Uros, donde viven unas pocas familias explotando el interés turístico que despiertan sus coloridos ropajes y peculiares sombreros. Es una delicia deslizarse por el agua en sus ancestrales barcas de totora, la hierba que crece en la orilla de lago y en las zonas poco profundas.
Pero si quieres que te diga la verdad de mi caminar por estas bellas y elevadas tierras (no creas que es sencillo, a veces he tenido una fuerte pelea con el «soroche») el verdadero motivo de mi visita , ha sido perseguir a sus ciclópeos muros.
Los muros de los Incas me vienen obsesionando desde hace mucho tiempo.
Las piedras, a veces gigantescas, de muchas toneladas de peso se encajan perfectamente unas en las otras sin necesidad de argamasa alguna. Es lo que se llama el estilo inca imperial. Están perfectamente pulidas y no necesitan ser necesariamente cuadradas. Cuando tienen ángulos o formas, adaptan las de alrededor para que encajen como un puzzle. Hay una en Cusco que tiene 12 ángulos. Se encajan como machihembradas y son eternas.
Pero me atraen desde hace muchos años, desde la primera vez que las vi, que fue en Egipto, en un pasillo pétreo al pie de la gran Esfinge cerca de El Cairo.
Luego he sacado muchas fotos de muros , en Grecia, en Creta, en Noruega, pero ninguno se asemeja a estos.
Espero que las fotos que he sacado y que desgraciadamente no te puedo acompañar, te ayuden a entenderlo.
Ahora, voy a continuar en mi camino, en busca de otros muros similares de los que tengo referencia.
El único problema es que están en la Polinesia, en la lejana Isla de Pascua, y parto para Chile para desde allí saltar los cerca de 4.000 km. que hay hasta la isla.
Como puedes comprobar, a veces el camino es largo.
Pero desde mi total sinceridad he de manifestarte que a mi jamás me lo parece.
Bueno amigo, el camino me está esperando y ya sabes que nunca le desairo.
Espero que al regreso, con más calma, pueda explicártelo algo mejor.
También en la Isla de Pascua conocen la totora y la utilizan igual que los pobladores del Titicaca.
Va a ser apasionante.
Hasta el regreso, amigo Carlos, recibe un fuerte abrazo de tu amigo de siempre
Javier