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¿Nuestra Democracia es demócrata?

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IñakiEscribe: Iñaki Calvo, miembro de Community of Insurance

Desde que Abraham Lincoln pronunciara el 19 de Noviembre de 1863, en Gettysburg, la famosa frase del “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, ésta ha sido adoptada por todos como la mejor definición de lo que es una auténtica democracia.

Desgraciadamente a casi todos los políticos se les llena la boca pronunciando la palabra “democracia “. Pero en raras ocasiones hacen mención al contenido de su definición y mucho menos sus actos parecen demostrar que dicha definición sigue vigente. Si analizamos dichos actos y decisiones, en su inmensa mayoría, solo parecen que vayan encaminadas a perpetuarse en el poder, cuando lo están detentando, y a defender los intereses económicos de los lobbies que les sustentan, dejando en segundo plano, cuando no olvidando, la verdadera razón por la que detentan su mandato.

Asimismo, la sociedad actual se ha visto obligada a cambiar los valores fundamentales sobre los que ha prosperado, por otros que le son extraños y que no representan ni a sus creencias ni a sus expectativas. Así pues palabras que formaban parte de nuestra formación moral, cultural y económica han pasado a ser sustituidas por otras más en línea de la situación actual pero casi siempre contrapuestas. A modo de ejemplo conceptos en los que hemos sido educados como “honradez”, “palabra de honor”, “buena fe”, “diligencia del buen padre de familia”, “ordenado empresario”, etc., han sido sustituidos por conceptos como “codicia”, “todo por escrito”, “los negocios son para los listos”, “ser el segundo es ser el primero de los perdedores”, y “especulación”.

La actual globalización en nuestra sociedad solo ha creado una indecente pérdida de identidad, y en nuestras economías solo ha creado pobreza y desertización en los sectores primario y secundario; y esclavitud en los países elegidos para sustituirnos en los procesos productivos.

¿Se está haciendo algo por nuestros políticos por revertir esta situación? Sinceramente, no lo parece, ya que quién realmente manda en el mundo, o sea los grandes financieros, que casi nadie conoce, ni lo permiten ni lo van a permitir mientras puedan, ya que donde mejor nadan es en organizaciones políticamente débiles, dispersas y sin clara identidad que no les permita abanderar un camino de recuperación basado en la fabricación de bienes y en la innovación tecnológica. Nos obligan a mantenernos en un sistema económico basado en las “burbujas” (constructiva, crediticia, financiera, y las que han de llegar) que permite que la especulación campe a sus anchas, creando más riqueza solo en aquellos que realmente saben vivir de ella. No olvidemos que la especulación, no crea nada. Solo mueve el dinero de manos, casi siempre de la masa crédula a la que se alimenta su natural codicia, hacia las redes de los especuladores.

¿Qué podemos hacer nosotros para tratar de salir de este agujero negro?

En primer lugar debemos tener conciencia que de que el actual modelo económico-político está agotado y debemos poner todo nuestro empeño en tratar de cambiarlo. Podríamos  empezar  por cambiar nuestros conceptos políticos de derecha e izquierda, ya muy superados y debemos saber distinguir entre demócratas e instrumentos de poderes ajenos.

Los pasos deberían ir encaminados a cambiar nuestro actual modelo político, que en principio es el único, de momento, en el que podemos influir, gracias a nuestro voto. Por lo tanto la utilidad de dicho voto debe ir enfocada a elegir opciones políticas que se comprometan a:

  • Modificar las actuales leyes electorales que rompan de una vez por todas con el bipartidismo actual que nos ha metido en un bucle del que somos incapaces de salir.
  • Aprobación de la ley orgánica que permita de manera efectiva la revocación popular del mandato de los políticos que no cumplan sus compromisos.
  • Aceptación real de las iniciativas legislativas populares.

El siguiente paso, contando con políticos renovadores y modernos, debería ir enfocado a realizar las reformas necesarias que nos permitan retomar el control de la economía propia, como por ejemplo:

  • Abanderar la lucha contra los paraísos fiscales y los que los utilizan.
  • Que las bolsas vuelvan a tener el sentido para el que fueron creadas, esto es la financiación de las empresas, y cerrar el casino en que se han convertido. Prohibiendo operaciones especulativas y sobre todo a corto plazo.
  • Que nuestras entidades financieras (bancos), retomen fortaleza haciendo aquello para lo que nacieron, o sea prestar dinero y guardar ahorros de sus clientes. Fomentando la cultura del ahorro y desechando la comercialización de instrumentos perversos como productos derivados (opciones, futuros, warrants) CDF, participaciones preferentes, etc. Que los clientes sepan en que empresas se invierten sus ahorros como ocurre, por ejemplo, con las obligaciones y las acciones.
  • Fomentar la función social de la propiedad, sin atacar a esta como concepto, hacer que la misma sea útil y productiva. Grandes latifundios sin utilidad manifiesta al lado de poblaciones con tasas de paro vergonzosas, no es aceptable. Sin perder la propiedad sí pueden temporalmente ceder el usufructo y la explotación de forma legal y ordenada. Cambiaríamos el concepto de caridad por el de justicia.
  • Crear el impuesto o retorno social de las grandes fortunas. Ya va siendo hora de que devuelvan a la sociedad al menos una parte de lo que esta sociedad les ha permitido ganar.
  • Crear aranceles para los productos elaborados en países donde la esclavitud de su mano de obra es la base de su economía, de otra manera nuestra poca producción perderá la guerra de los mercados. O en su defecto no comprar productos de países donde la justicia social brille por su ausencia.
  • Que las grandes empresas tengan una carga impositiva real que vaya en línea de la contribución media del tejido industrial general.
  • Gastar eficientemente el dinero público:
    • Reordenación del mapa autonómico (autonomías sostenibles, pluriprovinciales y con una población suficiente).
    • Cerrar empresas públicas que no tengan beneficio o al menos equilibrio presupuestario. Desaparición de los consejeros en dichas empresas. Los consejeros de empresas privadas en las que haya participación de la Administración, los que representen a esta sean funcionarios de carrera, que no cobrarán más por asistir a dichos consejos.
    • El número de consejeros y asesores políticos fijarlos por ley y con un número absolutamente mínimo y solo para determinados departamentos. Qué mejor asesor que los funcionarios de carrera que han demostrado mediante oposición sus conocimientos. Limitar el uso de asesores externos. Las administraciones locales que requieran ayuda que recurran a organismos administrativos superiores.
    • Ningún político puede tener más ingresos en el desarrollo de sus funciones que el que viene fijado por su cargo principal. Sin percibir nada más por pertenecer a comisiones delegadas u otros conceptos.
    • Las obras públicas deben ser útiles, no son para ganar concursos de belleza. Es innecesaria la contratación de grandes arquitectos con unas minutas astronómicas.

No habrá forma de disminuir la economía sumergida ni el fraude fiscal si la Administración no es ejemplar en el gasto. La frugalidad y la austeridad deben ser los principios rectores.

Evidentemente, hay muchas más cosas sobre las que podemos intervenir para lograr una sociedad más justa, la lista sería casi interminable, pero por esta vez lo dejaremos para otra ocasión, en función de cómo evolucionen nuestras expectativas.

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