N.E. Publicamos a continuación la introducción de este interesante ensayo que consta de 7 capítulos: 1) Introducción, 2) Pedagogía de la afectividad, 3) Fisiología del cerebro, 4) Interacción corteza cerebral y sistema límbico, 5) Relación razón-pasión, 6) Cómo se puede enseñar mejor y 7) Conclusión. El contenido completo se puede visualizar y descargar gratis haciendo click aquí)
«La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón»: profesor Howard Hendriks
1.- Introducción
A un niño le dijo su maestra en la escuela cuando estaba en 5º de Primaria que, con toda probabilidad, acabaría en la cárcel. Su profesora de 6º le comentó: «tienes mala fama, pero creo en ti». Este mensaje le caló y esta persona ha sido hasta febrero de 2013 una autoridad en su trabajo como profesor: Howard Hendriks. ¡Sabía bien de lo que hablaba cuando escribió el pensamiento con el que se inicia este artículo!
Se puede pensar que esta manera de entender la educación como la interacción entre emociones y aprendizaje es producto de una moda transitoria de finales del siglo XX y comienzos del actual, puesto que es una evidencia que la neurociencia «se conecta» con muchas de las disciplinas tradicionales y así oímos hablar, entre otras, de neuroeducación, de neuroaprendizaje o de neurodidáctica.
Pero lejos de ser algo transitorio, es una constatación más de cómo los saberes deben conectarse entre sí para construir un conocimiento que no se puede compartimentar: el mundo es interdisciplinar o «intercientífico». En la actualidad, la ciencia de la pedagogía está avanzando en la línea que marca la neurociencia y se sabe que es necesario conocer cómo aprende el cerebro para adaptarnos a su funcionamiento.
Las Ciencias de la Educación, a lo largo de su historia han aportado teorías acerca de cómo se debe desarrollar un buen proceso de enseñanza-aprendizaje, qué factores hay que tener en cuenta, qué metodologías son más eficaces, más eficientes… Otras muchas veces se ha recomendado una buena relación profesor-alumno, basándose en el buen criterio, en la buena voluntad y, en el mejor de los casos, teniendo en cuenta el sentido común, pero sin más indicaciones.
Es aquí donde la neurociencia aporta su conocimiento a la Pedagogía porque explica no sólo cómo son estos procesos de enseñanza-aprendizaje, sino también por qué son así y cómo se pueden favorecer e incluso mejorar. Aporta las evidencias científicas logradas a partir de los estudios realizados con las numerosas herramientas y medios técnicos y tecnológicos de que dispone (Resonancia Magnética Funcional: RMf, Tomografía por Emisión de Positrones: PET, Electroencefalografía: EEG, …). En muchas ocasiones avalan el sentido común, pero en otras se ha demostrado que no era acertado el camino.
Una de las conclusiones que más están influyendo en los cambios de orientación de la educación en la actualidad es la certeza de que las emociones influyen en el aprendizaje, de que el verdadero aprendizaje tiene una base emocional.
En la actualidad es impensable desarrollar un proceso educativo o de formación al margen de estas consideraciones. Es absolutamente imprescindible que la neuroeducación pase a formar parte de la formación de los futuros educadores y que los que están ya ejerciendo la profesión la conozcan y la tengan en cuenta en su día a día.
En el presente artículo, se comenzará por un recorrido histórico de teóricos de la educación que ya aportaban pistas en el aspecto que nos ocupa. Posteriormente, se presentará de forma muy sintética la fisiología del cerebro y sus sistemas relacionados con el aprendizaje y las emociones. En el siguiente apartado, se explicará la forma como están entrelazadas las partes del cerebro encargadas de gestionar las emociones y el aprendizaje. Para concluir, se presentarán pautas de funcionamiento para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto.
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