Escribe: Javier Cano
Festival de Jazz de Getxo 2014, cita de verano imprescindible del jazz mundial
La revelación de las mujeres
Como marca la tradición, a primeros de Julio hemos podido disfrutar de la programación del primero de los Festivales que tenemos en Euskadi y que con mucho acierto y dedicación nos ofrece el Aula de Cultura de Getxo a pesar de los recortes presupuestarios.
Me voy a centrar en reseñar las actuaciones estelares que este año abrió Natalia Dicenta.
De ella conocíamos su faceta interpretativa pero no la de cantante y aquí tuvimos la primera sorpresa del Festival. Acompañada de un quinteto excelente nos fue presentando los temas de su último disco “Colours”. Con un gran dominio de la escena, que lo lleva en el código genético por su pedigrí teatral, una excelente dicción en inglés (y en español) y una voz potente, cálida, elegante y afinada nos deleitó con estándares cásicos de Jazz, baladas, blues, boleros y un tema de los Beatles. Fueron muy interesantes las presentaciones extensas que hizo de cada tema, contando cosas poco conocidas. Todo un descubrimiento que esperamos poder disfrutar de nuevo.
Al día siguiente tuvimos la ocasión de escuchar a uno de los más grandes bateristas del universo del Jazz, Jack de Johnette,
que se lució interpretando la música difícil y arriesgada a la que nos tiene acostumbrados. La pequeña sorpresa en este caso vino por una pieza que interpretó al piano en solitario y que nos descubrió una faceta suya sumamente atractiva. En conjunto, su actuación estuvo a la altura de lo esperado.
El tercer día del Festival, con el recinto completo de público, tuvimos la segunda sorpresa de envergadura. Una pianista japonesa con aspecto de colegiala, Hiromi,
nos dejó boquiabiertos con una fuerza interpretativa superlativa, una perfección técnica sorprendente y un virtuosismo poco propio de su juventud. Hiromi fue capaz de lo mucho y de lo poco acompañada de un baterista excelente, Simon Phillips, y de un bajista de gran categoría, Anthony Jackson. Estoy seguro que hemos descubierto, no ya una promesa, sino toda una revelación del piano del que hablaremos mucho en el futuro. En conjunto, su actuación fue comparable a un tsunami artístico, desbordante, potente y de una gran belleza.
El siguiente día, con el recinto también abarrotado, pudimos disfrutar del jazz latino con el piano de Michel Camilo,
formando un trio compacto con el contrabajo de Lincoln Goines y la batería de Cliff Almond. Su música es bien conocida por nuestro público y pudimos saborear un gran concierto con momentos brillantes.
La primera sesión que colgó el “No hay entradas” fue la última del Festival con la presencia de Diego El Cigala.
Cada vez es más frecuente ver actuaciones de flamenco en festivales de Jazz, que se pretenden explicar por los componentes de improvisación que fundamentan ambos estilos musicales. En este caso venía avalado por el precedente del disco “Lagrimas negras” que El Cigala había grabado con el gran pianista Bebo Valdés. Estos experimentos de fusión no son nuevos y hay antecedentes desde hace muchos años. Sin embargo, el concierto de El Cigala no tenía un claro carácter de fusión y era más clasificable como flamenco. Eso si, claro, potente y con una gran presencia que dominaba la escena.
En la parte de concurso del Festival hemos tenido un plantel de grandes grupos y como todos los años, la votación del jurado no ha coincidido con la del público más que en el premio al mejor solista, que recayó en el saxofonista Lucas Gabric. Como siempre, las opiniones difieren sin que haya una explicación evidente.
El premio del Jurado al mejor grupo fue para el conjunto ruso-alemán Ylatif Algo Quintet, cuya pianista Olga Reznichenko
nos dio una buena demostración de sus capacidades y constituyó otra de las sorpresas agradables del Festival.
Como todos los años, la cruz del Festival fue la enorme dificultad de aparcar en Algorta, ya que disponer del coche es imprescindible para el regreso a casa a unas horas en las que ya no hay transporte público. Un suspenso rotundo para el Ayuntamiento de Getxo por el caos circulatorio en que ha convertido al barrio de Algorta, que lo inhabilita definitivamente para iniciativas de esta envergadura. Y un notable alto para el Aula de Cultura por el logro de realizar un Festival muy digno con un presupuesto cada vez más limitado.