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Sabin Azua. Socio Director de B+I Strategy.
Me ha parecido justo dedicar este artículo al proyecto Guggenheim Bilbao con motivo de su XX Aniversario en medio de la todavía reciente visualización del maravilloso espectáculo “Reflections” que se ha podido contemplar en las paredes de la obra de arte de titanio que adorna y embellece nuestra ciudad. Confieso, sin embargo que, el alma se me iba hacia la hermana Cataluña en el momento de sentarme frente al papel en blanco.
En primer lugar, quiero dedicar un recuerdo y mi más profundo reconocimiento a las personas que, realizando un ejercicio de responsabilidad, de imaginación, alto riesgo, compromiso y valentía, pusieron en marcha el mecanismo para desarrollar el proyecto del Museo Guggenheim cuando era difícil imaginar su concreción y su éxito internacional.
Hay que congratularse de que las autoridades vascas tuvieran la capacidad de soñar y de apostar por el desarrollo de un proyecto innovador de alto riesgo, que cambió de forma notable la fisonomía de Bilbao y potenció la inserción internacional de Bilbao y de Euskadi. Asi fue desde el mismo momento en que surgió la oportunidad de atraer a la Fundación Solomon R. Guggenheim a Bilbao, como consecuencia de la negativa a abordar el proyecto de Salzburgo.
Como dice Gary Hamel, uno de los autores más destacados en el mundo del Management, los proyectos empresariales y sociales nacen siempre desde un sueño que implica visualizar un futuro que normalmente no perciben los demás. Es tal la importancia de este proyecto que el libro de este autor “Liderando la Revolución” presenta una imagen del Museo como icono principal para representar la necesidad de componer utopías realizables a través de la generación de una causa revolucionaria para transformar los espacios competitivos.
Los que vamos cumpliendo años – para los demás están disponibles las hemerotecas – recordamos la feroz oposición que tuvo que afrontar el proyecto, por parte de todos los partidos integrantes de la oposición, los sindicatos, los medios de comunicación social, las empresas punteras del país, una gran parte de la comunidad artística vasca y, una parte importante de la ciudadanía vasca. Hoy me hace gracia ver cómo muchas organizaciones que fueron terriblemente críticas con el proyecto forman parte del Patronato de la institución y utilizan el museo como parte de su estrategia comercial e institucional.
No sería justo señalar que el sueño se ha hecho realidad por cuestiones de azar. La verdad es que ocurrió todo lo contrario. Las instituciones vascas constataron que el proyecto tenía todos los elementos para fortalecer el proceso de transformación de Bilbao, que podría actuar de motor de la recuperación del orgullo y la ilusión para contribuir a lograr una nueva proyección internacional del país, romper la dinámica de frustración teñida de una situación de violencia armada inadmisible, y una situación económica que dejaba en desempleo a uno de cada cuatro ciudadanos del Territorio.
La parte más desconocida para la mayoría de los ciudadanos es que esa idea y esa oportunidad concreta fueron objeto de un análisis y discusión muy exhaustiva con Guggenheim New York. La articulación del Plan de Viabilidad y el Plan Operativo del Museo se realizó con la participación de numerosos profesionales del mundo empresarial, arquitectónico, artístico, etc., procurando diseñar un modelo propio que garantizara la viabilidad del proyecto en el largo plazo. Animaría a los interesados a analizar ese proceso con mirada retrospectiva para ver que la mayoría de los elementos del modelo estaban claramente definidos en su planificación inicial. Precisamente, la coherencia del proyecto a lo largo de los veinte años de existencia es lo que ha facilitado la gran historia de éxito de la institución
En mi opinión, son numerosas las enseñanzas que podemos sacar del ejemplo del proyecto Guggenheim Bilbao para el mundo de la empresa, y al enumerarlas, intento abstraerme de la enorme importancia que tiene como instrumento de promoción pública, que ha resultado tan útil para nuestro País.
Es notable la permanente combinación de la visión estratégica y la implantación. El sueño inicial, la razón de ser del proyecto empresarial, se concretó y materializó en una praxis operativa que lo desarrolla con congruencia estratégica. No es sólo el Museo en sí lo que generó éxito (aunque tiene una notable influencia), sino la adecuada planificación y ejecución de todas y cada una de las actividades.
La alianza con la Fundación Solomon R. Guggenheim (no exenta de momentos delicados y complejos) es un ejemplo de cómo beneficiarse mutuamente de la colaboración interinstitucional. Alguna experiencia deberíamos aprender en el mundo de la empresa, donde sigue constatándose (así lo atestiguan numerosos estudios explicativos de porque fracasan las alianzas), la dificultad de hacer funcionar adecuadamente las colaboraciones interempresariales.
Me parece que en pocas ocasiones se ha resaltado la calidad del equipo de gestión del Museo y la permanente cooperación entre los órganos de gobierno y la organización. La estabilidad del equipo humano, la involucración de todos los trabajadores y trabajadoras en el proyecto colectivo, el orgullo de pertenencia, la permanente actualización y renovación de exposiciones, servicios de atención al público y a los diferentes colectivos vinculados con la organización, la interacción con el voluntariado y, la permanente inserción social, son rasgos propios del modelo de gestión del Museo, que se han asentado a lo largo de estos últimos veinte años.
Gabriel García Márquez dijo que “se alquilaba para soñar”. Yo me congratulo de que quienes iniciaron esta aventura se alquilaran para soñar un proyecto movilizador y regenerador en una sociedad triste y con una cierta pérdida de identidad y orgullo. Pero a la vez celebro que después se acordarán de Pablo Picasso y dejaran “que la inspiración les pillará trabajando”. Guggenheim Bilbao es, al unísono, Sueño, Coherencia, Sudor y Opratividad.
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