descarga el pdf aquí
Estimado amigo: El verano, por desgracia, está alcanzando su fecha de caducidad y poco a poco todos nos vamos refugiando en lo cotidiano, aunque nuestra mente siga dando vueltas a las imágenes de esa época extraordinaria, en que huyendo de la rutina, forjamos nuevos sueños e ilusiones.
Ya sabes Carlos, que ahora, mis veranos son muy largos y gratificantes. Es una de las ventajas de hacerse un señor mayor.
En muchas culturas, los mayores, los ancianos, son considerados los depositarios de la sabiduría, el arcón que guarda las enseñanzas de la experiencia por la vida.
Bueno, eso que llamamos experiencia, no es sino el poso de los veinticinco mil sopapos que la vida nos va suministrando. Yo no le daría más importancia. De hecho, los jóvenes, se «pitorrean» de nuestros sabios consejos.
Pero ciertamente hay algo que los veteranos todavía podemos hacer por nuestros díscolos descendientes. Y es mostrarles aquellas cosas que nos emocionaron en su tiempo y tratar de traspasarles el testigo para seguir viviendo en ellos las mismas inquietudes.
Así que el final de agosto lo he dedicado a este menester de desplegar ante la atónita mirada de mis nietos, los lugares y aventuras que siempre me han cautivado.
La experiencia, por cierto, ha sido muy gratificante y he podido constatar que la juventud responde gozosa a los mismos estímulos que nosotros. Se embelesan ante los
grandes panoramas y se enorgullecen de superar los obstáculos con su esfuerzo y determinación. La historia, se repite.
Pero además la experiencia me ha servido para constatar algo muy importante: el valor histórico de la fotografía.
Al revisar en casa las fotos de alguna de nuestras ascensiones, me he dado cuenta de los cambios que se van produciendo a nuestro alrededor, sin que apenas nos demos cuenta. Por ejemplo, la realidad incuestionable del cambio climático.
Estas tres fotografías corresponden al glaciar del Taillón y el monolito de «El dedo».
La primera la hice el 29 de agosto de 1972, casi nada. La segunda es del 14 de agosto del 2003. Y esta tercera el pasado 27 de agosto del 2012.
El retroceso es evidente puesto que la época siempre es la misma, agosto, pero el volumen del glaciar se constata que cada vez es menor.
Puede ser que precisamente este año las nevadas hayan sido inferiores, pero la tendencia es clara.
Lo podemos comprobar también en el pequeño glaciar que se extiende-extendía- a los pies de la famosa Brecha de Roldán.
Las fechas son las mismas, agosto de 1972 y de 2003. Dejo, amigo Carlos, a tu proverbial sagacidad la deducción de identificar la de este año, 2012.
Lo que también he podido verificar es que la disminución del hielo es directamente proporcional al incremento de montañeros, lo cual no deja de ser una noticia gratificante.
El glaciar te obligaba a cruzarlo haciendo un elegante zigzag, pero al desaparecer, ahora el camino es mucho más vertical, directo por la morrena, piedra suelta, y el esfuerzo es mayor.
Con la nieve, me gustaba más. Ahí se nota que me voy haciendo viejo.
También la entrada misma de la Brecha ha perdido su blanco felpudo con los años.
La Brecha de Roldán es un estrecho paso fronterizo entre Francia y España, a la altura del Parque Nacional de Ordesa, un derrumbe en el murallón, que la leyenda atribuye a Roldán el lugarteniente de Carlomagno que acosado tras la derrota de Roncesvalles, venía herido, huyendo sin esperanza, pero antes de morir ansiaba ver su añorada patria y con un mandoble de su espada «Durandarte», hendió la peña y pudo ver Francia por última vez. Dicen que encontraron su cuerpo en el estrecho collado (40 mts. de luz), muerto quizá por los dioses, envidiosos de la fuerza de su espada.
Estas imágenes ponen de manifiesto el valor documental e histórico de la fotografía ynos pueden servir para ilustrar los cambios que se van efectuando a nuestro alrededor y de los que muchas veces no somos conscientes hasta que vemos juntas las instantáneas obtenidas en una secuencia diacrónica.
Entre estas dos fotografías hay cuarenta años de diferencia y el glaciar que se extendía bajo los tres picos de la cascada y que da origen a la Gran Cascada de Gavarnie, la más alta de Europa, (400 mts.) está a punto de desaparecer; únicamente queda un leve resto, y los neveros del Cilindro de Marboré, ya han desaparecido.
El calor los va derritiendo y se van formando cavidades, peligrosos puentes de hielo, bajo los que corre el agua del deshielo y que por desgracia a veces ceden.
Las piedras que cubren el nevero de la imagen son la evidencia de derrumbes, de roturas de roca, que rodando ladera abajo, momentáneamente han hecho un alto en su viaje, descansando sobre la alfombra de hielo.
Al lado mismo de la nieve, a 2.600 mts. todavía hoy, como siempre, se extiende el milagro de la vida, en forma de bellos macizos de flores.
En este caso las saxifragas se agarran tenazmente a la existencia y en este ambiente hostil, casi sin tierra en la que enraizar, despliegan sus bellas inflorescencias, aportando una nota de extravagancia colorista entre la monotonía de las rocas.
También a esta altura localizamos un par de juguetones armiños, muy cerca del refugio francés de Serradets y una marmota que huyó rápidamente pero no lo suficiente para que Edu pudiera fotografiarla. Yo, no anduve tan ágil.
Bueno Carlos, espero que superes pronto el trauma postvacacional y regreses a la normalidad.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo de siempre
Javier