Escribe: Sabin Azua, B +I strategy
Me ha venido a la cabeza la famosa película de Sydney Pollack, que en su versión en castellano se tituló: “Bailad, bailad malditos”, al oír todas las voces que claman por la necesidad de crear empresas para salir de la crisis en la que estamos inmersos. Es como si la evocación al espíritu emprendedor actuara como una conjura para ahuyentar a los malos espíritus.
No cuestiono la bondad de estas voces, ni su indudable necesidad, pero tengo la impresión de que estas apelaciones pueden caer en saco roto dado que no existe en la sociedad actual una cultura imperante donde prime la extensión de una fuerte vocación de crear empresas entre la ciudadanía.
No podemos olvidar el hecho de la disparidad de velocidades entre la actual necesidad de generar nuevas actividades empresariales que sustituyan las fuentes de generación de riqueza actuales y el período necesario para madurar proyectos empresariales con potencial de desarrollo. La acuciante necesidad de desarrollar iniciativas que tiendan a generar empleo en el corto plazo no tiene una adecuada respuesta en el ritmo de creación de proyectos empresariales y en su capacidad de tracción de la economía.
La escasez de resultados no será por la ingente cantidad de recursos económicos y humanos puestos al servicio de los emprendedores por parte de las diferentes administraciones públicas. Si se analiza nuestro sistema de apoyo al emprendizaje, homologable al de los principales países europeos, no encontraremos fisuras destacables en programas, instrumentos y procesos facilitadores de la concreción de las ideas en proyectos empresariales.
Es más, me atrevería a afirmar que tenemos un auténtico “portaviones” de instrumentos de apoyo al emprendizaje para navegar por un río, que no se corresponde con los resultados que se obtienen en materia de generación de nuevas actividades empresariales.
Entonces, ¿cuál es el problema?, ¿por qué no conseguimos que los resultados de los procesos de apoyo al emprendizaje nos satisfagan?, ¿por qué se extiende la sensación de que la sociedad vasca ha perdido su impulso para la generación de proyectos empresariales? ¿por qué un número importante de jóvenes prefiere ser funcionario que emprender otro tipo de actividades profesionales?
Desde mi punto de vista tenemos un punto de partida erróneo en el proceso. La actitud y capacidad emprendedora de una sociedad y de los individuos que la componen está fuertemente enraizada con la identidad (podemos afirmar que aquí tenemos un elemento positivo), pero debe ser educada y trabajada desde la infancia.
Creo que, lamentablemente, hemos confundido el significado de la palabra emprendizaje, ya que lo hemos asimilado con la creación de empresas, estructurando los procesos de apoyo a la búsqueda de proyectos empresariales y/o a la materialización de una idea de negocio. Yo no creo que este sea el camino correcto para ayudar a la generación de emprendedores.
En mi opinión, deberíamos incorporar el emprendizaje (entendido como el desarrollo de la curiosidad, el fomento de la inquietud intelectual, el cuestionamiento permanente del orden establecido, la capacidad para asumir riesgos, la permanente experimentación, la proactividad, la innovación creativa, la capacidad de dialogar, la no estigmatización del fracaso, etc.) como proceso de aprendizaje en todos los itinerarios formativos desde la educación infantil.
Cuando las personas con actitud emprendedora se encuentren, de manera individual ó dentro de las organizaciones en las que trabajan, ante la posibilidad de crear algo nuevo, lo harán. No debemos formar creadores de empresas, sino creadores de situaciones nuevas. La conjunción de negocio y emprendizaje dará lugar a nuevas empresas cuando se de esta conjunción.