Escribe: Javier López Isla
Estimado Carlos: Estoy seguro que recuerdas los Proverbios y cantares de D. Antonio Machado, algunos de los cuales hacen referencia a los caminos.
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?…
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
Algo tienen los caminos que nos atraen. Todo el mundo sueña con emprenderlos
alguna vez. Se visten con esa túnica de misterio, de esperanza en algo mejor de lo que conocemos, e inconscientemente sospechamos que son un medio para alcanzar la felicidad.
Posiblemente, todos nosotros hemos sentido alguna vez la necesidad de partir, de buscar la secreta promesa que encierran. De dejarlo todo y marchar en pos de esos sueños etéreos, por esa confianza que tenemos en que al final del camino se encuentre el lado bello de la vida, lejos del desconsuelo y de la soledad. Ese famoso Sur, donde todos son dichosos.
El camino, se ha convertido también en una bella metáfora de la vida, al estilo de los ríos con que nos ilustró Jorge Manrique en sus célebres coplas. Así, como el sendero está influenciado por nuestra forma de mirarlo, hay tantos caminos como caminantes. A mí, me encantan y me subyugan, como a todos, pero tengo mis preferencias. Tengo que reconocer que prefiero los que discurren por los bosques bajo el dosel de los árboles. Te beneficias del frescor y la umbría y muchas veces te acompaña el alegre gorjeo de las aves canoras. Son muy acogedores.
Pero estas sendas a veces se complican un poco. Unas veces son las hojas, que llegada la llamada del otoño descubren su capacidad de volar y empujadas por el viento tapizan profusamente el suelo, ocultando el rastro del sendero. Es una delicia caminar por el bosque hundiéndote hasta los tobillos en ese mar seco.
pero lo nuestro es pasar
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
En este caso…
sobre un mar de hojas…
También la nieve los oculta. El tapiz que utiliza es blanco y frío; queda muy bello al principio, por la novedad, pero luego se hace duro y doloroso.
Puestos a elegir entre las dos dificultades, me quedo sin dudarlo con las hojas otoñales, con sus matices y sus tonalidades ocres, son más divertidas y menos trabajosas.
También disfruto los caminos pedregosos, aunque la verdad, son mucho menos placenteros, lo que pasa es que el premio, al llegar, suele ser de los gordos y no de la «pedrea».
Los caminos herbosos también son placenteros, suelo más mullido y a veces disfrutas de la compañía de helechos o de la visión de amplios horizontes.
Pero no todas las sendas son placenteras, algunas exigen mucha atención para poder llegar al final sin sobresaltos, pues coquetean alegremente con el abismo.
Los hay que son abiertamente complicados y necesitan de cierta colaboración mecánica para poder transitar.
Pero a veces para poder alcanzar sueños excepcionales hace falta recurrir a medios de excepción. Luego al valorar el camino que hemos superado, la satisfacción es doble.
No todos los caminos, amigo Carlos, son de piedra, hierba o arena, no, a veces el agua nos sirve de sendero y cabalgando caballos con proa y popa conseguimos llegar al destino.
El líquido, es un sendero rumoroso y cantarín, y termina siendo un buen compañero de viaje.
También el viento es un camino, sobre todo para los pájaros, que conocen las secretas veredas del cielo y lo surcan sin complejos, con cierto impudor, eso sí, recordándonos sin querer nuestra pesada condición.
Cuando hemos querido imitarlos no lo hemos conseguido plenamente y nuestros pájaros van dejando una blanca huella de su paso por el cielo azul.
Nosotros marcamos la trocha. Siempre lo mismo. Todo lo que tocamos, lo contaminamos.
Otro célebre sendero que siempre nos atrae es el famoso «camino de hierro», desde cuyas ventanillas se puede soñar sin cortapisas, una vía que no siempre está exenta de riesgos.
Y los hay largos como el Transiberiano o cortos como el de Zermatt.
Hay caminos que se han hecho muy célebres. El de Santiago es recorrido todos los años por miles de peregrinos, el del Mío Cid hacia el destierro ha sido descubierto por los entusiastas de la literatura medieval, que lo degustan gota a gota y otros han alcanzado la gloria por motivos variopintos.
Anchos, como la senda que lleva a la perdición o estrechos como el que conduce a la gloria, que cruzan la montaña, o el páramo, los que acompañan al río o los campos de labor, estas arterias de vida siempre están latiendo en nuestro corazón.
Bueno, amigo, ahora me toca cambiar el ordenador por las botas. Ya sabías desde el principio como pensaba despedirme y la verdad es que no tengo ninguna gana de defraudarte.
Sí, me marcho igual que comencé, de la mano de D. Antonio Machado y sus Proverbios y cantares.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Adiós amigo mío. Ya sabes que me está llamando el camino y que jamás he tenido fuerzas para negarme a su llamada. Es para mí como las famosas sirenas de la Odisea.
No me puedo resistir a sus dulces cantos.
Me voy a Sudamérica, a beber de sus culturas milenarias. Hasta el regreso, recibe Carlos el mejor de los abrazos de tu amigo de siempre
Javier