Escribe: Javier López
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Estimado amigo: Aprovechando el interés que han suscitado mis dos últimas aportaciones, describiendo los muros incas y las barcas de totora, me ha parecido oportuno hacerte unas reflexiones en torno a la fotografía de los viajes, con la sana intención de que mis modestos consejos puedan servirte a ti y a todos los amigos del blog para sacar más rendimiento a los equipos y traer de nuestros periplos, recuerdos imborrables.
Lo primero que me gustaría destacar es que la fotografía de los viajes, es una fotografía ágil.
Las más de las veces no se presenta una segunda oportunidad. Y es el aquí te pillo, aquí te mato. Tienes que tener una cámara que se arme muy rápida para permitirte el disparo inmediato.
Hay que «estar al loro». Solo de esa manera es posible captar la belleza del momento.
O bien tienes que ir con la cámara dispuesta todo el día, y entonces procura que no pese.
Otra de las cualidades de una buena máquina para viajeros es que esté dotada de un gran zoom. Ahora ya se ofrecen cámaras compactas, de volumen muy reducido pero que montan un zoom impensable hace solo unos pocos años. Hay ya varias con objetivos de x 20 y x 30 ópticos, sin recurrir al aumento digital y con bastante buena resolución. Sin hablar de las superzoom que tienen hasta x 50, aunque abulten bastante más.
Y eso es importante, porque lo fundamental para hacer algunas fotos en los viajes es que los fotografiados no se den cuenta de que están siendo inmortalizados.
No se te escapa que algunas fotos solo pueden hacerse a una prudencial distancia.
Otras veces, las más, la gente si sabe que está siendo fotografiada pone cara de «pose» y te arruina la foto. Es mucho mejor hacerlas sin que ellas lo noten, para que salgan con su naturalidad intacta.
Además hay mucha gente que no se siente cómoda si se sabe fotografiada. Por eso cuanto más pequeña sea la cámara, mejor, y si puedes usar un zoom que sobresalga siete centímetros de la cámara, pues pasas más desapercibido que al utilizar esos «pepinos» de los fotógrafos deportivos, que necesitan un trípode para apoyarlos y que les delatan a distancia. Hay que ser prudente y no asustar a las personas.
Otra cosa interesante en los viajes es sacar fotografías a los lugareños. Ya sé que así dicho parece una perogrullada. Pero amigo Carlos, tú y yo conocemos algunos aficionados que al final del viaje lo único que han sacado es a su esposa Jacinta bajo los monumentos de la ciudad y además tan pequeñita que no se sabe si es ella u otra compañera de excursión. Ahora, gracias a Dios, ya va calando hondo eso de que las fotos cuanto más cerca y cuanto más grandes, pues mucho mejores.
Yo procuro hacerlas de lejos, pero con el zoom. De esa manera siempre consigo retratos que son un privilegio, retazos de otras culturas que nos enriquecen. Si repasas el tema de los retratos en uno de mis antiguos trabajos, verás que pusimos de manifiesto que el retrato debe intentar captar el cuerpo y el alma, un retazo de etopeya del retratado- al estilo de los geniales «retratos psicológicos» que lograra el genial Alberto Schommer- pero que detenernos en las caras (el espejo del alma) puede resultar a la postre muy rentable. Ya sabes que yo siempre saco caras, me tienen subyugado, pero últimamente me estoy dando cuenta de que el tocado, los gorros, cascos y sombreros enriquecen poderosamente la imagen y la dotan de una gran personalidad.
Mira si no las imágenes siguientes. Aunque el gorro sea vulgar, realza el retrato:
Así que últimamente les dedico una especial atención a los sujetos con la cabeza cubierta y he obtenido magníficas instantáneas, algo ingenuas, pero con mucho tipismo.
Algunos sombreros son muy curiosos y tienen mucha personalidad.
Y entre los tocados de los hombres y de las mujeres, me quedo decididamente con los femeninos.
Aunque alguno de los masculinos sea de los de «armas tomar».
Hay algunos a los que el gorro y los tocados aparatosos no les terminan de favorecer y a otras sin embargo, con una diadema, ya les basta.
En los viajes hay que llevar la cámara a todas partes, porque nunca se sabe cuando puedes necesitarla. De día o de noche, con luz natural o con flash.
En mi último viaje he sacado sombreros sencillos, folclóricos o ceremoniales de mujeres y de hombres variopintos. Del altiplano o de la costa, pero a los que siempre trato con el máximo respeto, que es lo que se merecen. Jamás los incomodo.
Hombres jóvenes y fuertes al lado de otros que ya fueron dejando el vigor en la piedra de amolar de la vida. Unas vidas que a juzgar por la huella que han dejado en sus rostros se podría asegurar que no han sido regaladas.
En las fotos de viaje no siempre se saca lo que se desea. Como no hay tiempo para el encuadre sereno y hay que hacerlo muchas veces sobre la marcha, -porque es o sacar más o menos bien o perder la oportunidad- en ocasiones le cortamos un trozo al fotografiado o las hacemos a contraluz.
Muchas de esas fotos no son para concurso y a veces ni para enseñar a nadie, pero algunas tienen cierto valor sentimental o de recuerdo de un buen momento, y yo conservo bastantes.
Otra cosa que siempre practico es sacar la parte bella y positiva de la vida y jamás fotografío la miseria, o el dolor. A la desdicha y la desventura no termino de verles una parte plástica. Son antiestéticas.
Y además siempre me pareció miserable sacar provecho de la desgracia ajena.
Nosotros no somos reporteros. Solo viajeros afortunados.
Bueno Carlos, espero haber llamado tu atención sobre las posibilidades que ofrece la fotografía de viajes y te animo en los tuyos a que pongas en práctica estos modestos consejos. Seguro que esta actividad te va a reportar muchas satisfacciones.
Y si luego las compartes con nosotros, pues nos harás un poco partícipes de tus experiencias.
Recibe, Carlos, hasta la próxima, un fuerte abrazo de tu viejo amigo
Javier
