
Salvo alguna excepción, llevo más de 25 años escuchando el concierto de 1º de año de la Filarmónica de Viena. Es todo un acontecimiento de organización y de perfección musical.
Por segundo año el Director invitado ha sido Georges Prêtre, de 85 años, que ha hecho un alarde de una pulcra dirección, precisa, entusiasta – se le notaba en la expresión de su cara – y controlando todos los detalles, los tempos, la enorme variedad de instrumentos simulando el canto de pájaros, murmullos de bosques…una auténtica delicia.
La música elegida, como siempre, ha girado alrededor de las obras de la familia Strauss, añadiéndose otras de Jacques Offenbach, Otto Nicolai, fundador de la Filarmónica en 1842, y Hans Ch. Lumbuye.
Este año, el concierto nos ha ofrecido una novedad al presentarnos un resumen de los preparativos del concierto.
No creo que me equivoco si digo que organizar este concierto requiere un plan elaborado con mucho detalle, sin dejar nada a la improvisación, participando cientos de personas, cada cual con una misión muy definida, el propio director de la orquesta con sus notas y verificaciones a lo largo de los ensayos, haciendo recomendaciones de detalle para conseguir la perfección de cada instrumento en el conjunto de la orquesta (auténtico trabajo en equipo), las señoras de la limpieza con grandes y periscópicas mopas para repasar el brillo de las cariátides de las fachadas, los realizadores de la televisión austriaca con muchas pantallas donde coordinaban imágenes, ordenaban travellings y repasaban guiones – el despliegue de técnica, cuidado y dedicación de los cámaras me ha gustado – los especialistas, más bien las especialistas, en floricultura cuidando y colocando primorosamente flores de múltiples variedades, venidas desde San Remo y el toque estético en el diseño y confección de los trajes de los excelentes bailarines, de la mano del modisto Valentino y su equipo.
Todo el plan elaborado con la intervención de auténticos profesionales, bien coordinados, derrochando entusiasmo y “buen rollo”, compartiendo, sugiriendo ideas, probando, animando – he visto la cara del “jefe” felicitando a un músico cuando consigue el sonido deseado a un “Cu-cú” – ha resultado un éxito, los asistentes en la sala y los que estábamos ante el televisor, más de 150 millones, hemos aplaudido mucho.
Una verdadera lección de buenas prácticas aplicable al mundo de las empresas y que viene bien para que pensemos cómo podemos mejorar nuestras intervenciones, nuestras aportaciones al éxito de los planes que queremos desarrollar en 2010.
Propongo una consigna para que consigamos un 2010 razonable:
“Divertirse trabajando con entusiasmo e implicación”.