Por Olga De Vega
Este verano mis vacaciones han transcurrido entre Llança y Barcelona con unos días especiales de “retiro” en la naturaleza cerca de Solsona.
Han sido unas vacaciones con un sabor agridulce. Dulce es el sabor de estar con la familia y amigos y en un lugar rodeado de la belleza y fuerza de mar y la luz especial de esa zona del Catalunya, L Alt Empordá.
El punto triste es el atentado que tuvo lugar en Barcelona y que nos ha dejado un fuerte impacto a todos. A pesar de que ha sido una terrible experiencia, me he sentido muy orgullosa como barcelonina, de la actitud de la gente de mi ciudad y agradecida por las muestras de afecto de las gentes de todos los lugares de España y del mundo.
Resulta obvio que existe en la actualidad una fuerte tensión entre el estado español y el proceso independentista que se está viviendo en mi tierra, pero, aun así, cuando se trata de la lucha por la libertad y la paz, siempre se tienden puentes y eso resulta claramente esperanzador para nuestra sociedad.
Tomando distancia de la política y muy cerca de las personas las cosas se ven de otra forma porque el corazón va a su propio ritmo y no entiende de conflictos sino de sentimiento.
Pasear por las Ramblas en estos días es una especial mezcla de sensaciones intensas y una emoción muy positiva al ver como en los gestos de las personas se adivina el secreto de una sociedad más sana y que se grita en cada vela cada mensaje escrito en las baldosas del suelo de este emblemático paseo y en cada mensaje espontaneo en forma de canción o rezo.
T’Estimo Barcelona