Por Guillermo Dorronsoro, Director Zona Norte de Ibermática
Artículo publicado en Empresa XXI y cedido por su autor.
Interpretar es un verbo muy rico, con múltiples acepciones. La RAE incluye como la primera “Explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto”, como tercera “Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos” y como sexta “Ejecutar una pieza musical mediante canto o instrumentos.”
No te reproduzco las ocho acepciones, porque solo quería quedarme con la idea de que interpretar puede ser una acción de quien recibe, pero también de quien emite (si se trata de una obra musical, al menos). En esos dos sentidos podemos interpretar el silencio.
A veces somos receptores del silencio. Y nos toca tratar de descubrir su significado, que puede ser muy diverso.
El silencio a veces nos quiere mostrar apoyo. Estoy de acuerdo con lo que acabas de decir, no tengo nada que añadir o que quitar, lo asumo plenamente. Otras veces indica duda. No sé muy bien cómo contestarte, así que guardo silencio, necesito tiempo para pensar.
Pero también puede ser que, no estando de acuerdo en todo o en parte, elijo no discutir contigo de este tema, al menos en este momento. Porque creo que no va a servir para nada, o porque creo que incluso puede acabar perjudicando mis intereses. Me callo por prudencia, por cálculo, por aburrimiento, o por “indefensión adquirida” (el comportamiento de un preso en un campo de concentración, que no se resiste ya antes las barbaridades que presencia, porque sabe que cualquier resistencia es inútil o incluso contraproducente).
“El contexto, o el conocimiento de las otras personas, nos puede ayudar a interpretar sus silencios. Desde luego los gestos y expresiones que los acompañan (claro que en estos tiempos de call telefónicas, mensajería de correo o de whatsapp, muchas veces no tenemos el privilegio de ver la cara de nuestro interlocutor, muchas veces vamos a ciegas…)”
Claro que también puede significar “me da absolutamente igual que me digas esto o lo contrario, yo paso totalmente de este asunto”. O incluso puede querer decir “no te estaba haciendo caso en este momento, y como no me enterado bien de lo que estabas diciendo, tampoco sé muy bien qué contestar”.
El contexto, o el conocimiento de las otras personas, nos puede ayudar a interpretar sus silencios. Desde luego los gestos y expresiones que los acompañan (claro que en estos tiempos de call telefónicas, mensajería de correo o de whatsapp, muchas veces no tenemos el privilegio de ver la cara de nuestro interlocutor, muchas veces vamos a ciegas…)
Interpretar el silencio en las conversaciones epistolares también es un arte. Cuando alguien no nos contesta ¿cuál de todos los mensajes anteriores nos quiere dejar? ¿Será que no ha leído el mío? ¿Será que está en ese foso misterioso del Spam? ¿Será que está muy atareado por otras cuestiones?¿Será que me muestra su desprecio?¿O que quiere dejarme una lección, y explicarme que la elección del momento para conversar de este tema no depende de mí?
“Interpretar el silencio en las conversaciones epistolares también es un arte.”
En la empresa he asistido a muchos malentendidos que tienen origen en los silencios. “Nadie ha dicho nada en el Comité de Dirección, así que todos estaban de acuerdo”, “Ninguna de las personas en la empresa ha respondido a esta encuesta, la verdad es que la gente pasa de todo…” “Hemos pedido ideas para el Plan Estratégico, y nadie ha aportado ninguna, este rollo de la participación no sirve en empresas como la nuestra”.
En los tres casos me constaba que el diagnóstico era muy distinto al que expresaba mi interlocutor. Aunque en alguno de estos casos yo también elegí guardar silencio, no explicar el error. Ya decía Aristóteles que tratar de mostrar a alguien lo que es evidente, siempre es una pérdida de tiempo. Si una persona no es capaz de interpretar adecuadamente el silencio de los demás, no es sencillo enseñarle esa lección.
“Deberíamos poner más interés en aprender a leer los silencios en los demás. Deberíamos dedicar más tiempo a mirar a las personas a los ojos, a los hombros, a las manos y menos a sus mensajes de Whatsapp. Deberíamos dedicar tiempo, sobre todo, a conocerles mejor, para saber cómo traducirles cuando es necesario.”
Deberíamos poner más interés en aprender a leer los silencios en los demás. Deberíamos dedicar más tiempo a mirar a las personas a los ojos, a los hombros, a las manos y menos a sus mensajes de Whatsapp. Deberíamos dedicar tiempo, sobre todo, a conocerles mejor, para saber cómo traducirles cuando es necesario.
También deberíamos aprender nosotros a interpretar esta magnífica pieza musical hecha solo de silencio, sin notas y sin letra. Muchas veces, es la mejor pregunta que podemos formular, la mejor respuesta que podemos dar, el mejor consejo, el apoyo más necesario. El silencio.
Otras veces no es la mejor, pero es la única que podemos dar, y en ese caso hay que esforzarse también para interpretar la pieza con virtuosismo. Me gustaría explicarte, pero no puedo.
“También deberíamos aprender nosotros a interpretar esta magnífica pieza musical hecha solo de silencio, sin notas y sin letra.”
Deberíamos, en fin, rodearnos algunas veces de silencio, sin palabras de otros y sin palabras nuestras, para enfrentarnos por un momento a todas esas cosas que nos acompañan, en las empresas y en la vida, pero a las que no somos capaces de poner letras, y mucho menos música. En medio del ruidoso fin de año, regálate un poco de silencio. Te hará bien.