Julio Lorca, Director de Desarrollo de Salud Digital de DKV
(El presente artículo se ha publicado el día 8 de enero en el Diario de Sevilla. Agradecemos a su autor la autorización para su publicación en el Magazine COI)
En el año 2013 publiqué el libro “Construyendo la innovación social desde abajo”. (ver innovacion-social.es). Fue una compilación de diferentes tribunas aparecidas en este mismo medio durante varios años. Tal y como ya entonces concluíamos: nos encontramos a las puertas de la tercera gran revolución de la humanidad. Las dos anteriores tuvieron en común con esta una innovación disruptiva en la forma de empaquetar, almacenar y transmitir el conocimiento. La primera fue la escritura. Formalizar contratos, planificar pedidos, registrar transacciones… posibilitó la expansión del comercio y la diseminación cultural de las civilizaciones. La segunda fue la imprenta. El saber, hasta ese momento custodiado en los conventos, pasó a los ciudadanos. Ahora estamos en la tercera: la que resultará de Internet. Pues bien, los grandes saltos históricos, nunca han sido ajenos a las pandemias.
Efectivamente, muchos historiadores relacionan la peste negra, que a mediados del siglo XIV mató a la tercera parte de la población europea, con el éxito de la imprenta. Montones de ropa sin usar pertenecientes a las víctimas, se usaron para la producción de papel a gran escala y a bajo coste, lo que permitió democratizar el acceso al conocimiento de la población general. De ahí a la ilustración o a las revoluciones del s. XVIII, el camino quedaba expedito. Por triste que parezca, detrás de las grandes tragedias se encuentran las semillas de nuevas épocas de riqueza, como ya ocurriera en los años veinte tras la mal llamada gripe española.
En la nueva serie de tribunas que hoy iniciamos, revisaremos las innovaciones más destacadas del momento, en la forma en que irán configurando la salud de las próximas décadas; entendiendo que serán indisociables de los grandes cambios económicos y sociales que empezamos a entrever, como ya ocurriera en el pasado.
La pandemia que estamos comenzando a sortear, dejará en herencia la definitiva consolidación de la atención sanitaria virtual como forma complementaria y normalizada de recibir cuidados de salud. Posiblemente, esta sea la derivada más clara de entre todas las materias que componen la llamada Salud digital, pero no será la única.
Veamos un simple ejemplo. Según la OMS, en España se producen al año 18.000 muertes prematuras asociadas a problemas de adherencia a los tratamientos (como una tercera parte de los muertos causados por la pandemia). Sus consecuencias económicas se estiman en 11.250 millones anuales. De esta manera, la pandemia sólo vino a agravar un problema preexistente. Como afirma el profesor Casteig de ESIC y presidente del grupo OAT, “muchos pacientes no están asistiendo a sus consultas de control/seguimiento, a la administración de sus tratamientos o a la adquisición de estos”. Como consecuencia, la necesidad de asesoramiento sobre los tratamientos se ha transformado en una de las principales demandas que están siendo resueltas mediante teleconsulta. ¿Se dará marcha atrás en este y otros cambios vividos? Con toda seguridad no. Puede que se haya encontrado una mejor solución para un problema que previamente no obtenía una adecuada respuesta.
Efectivamente, la mayoría de los sectores socioeconómicos ya habían avanzado su propia transformación digital, no así la sanidad. Las salas de espera seguían teniendo antes de la pandemia un aspecto similar a las del siglo pasado. Son muchas las áreas en las que la salud digital facilitará la eliminación de la “grasa inútil” que impregnaba nuestros sistemas de atención. Cuando una persona muy deportista y sana “se siente de repente muy enferma” tras notarse una presión en el pecho, para él: “eso es un infarto”. Pero puede que sólo sea una crisis de ansiedad. Este gap, entre necesidad sentida y necesidad técnica, deriva de la asimetría informativa entre la educación sanitaria de cada ciudadano y el juicio que podría concluir un profesional experimentado e incluso un sistema de inteligencia artificial. Esto sería una brecha perceptiva y como muchas otras se pueden abordar con recursos de salud ubicua. (ver gráfica)
Tras el revulsivo de la Covid-19 muchas innovaciones existentes van a ser generalizadas de forma inmediata. Por ejemplo: telerehabilitación; telesalud mental y cambios asistidos hacia comportamientos saludables; analítica y predictiva aplicada a los determinantes de la salud; estrategias para un envejecimiento inteligente; evolución hacia formas de financiación de la asistencia orientados a valor; triaje y telecalificación de motivos de consulta; inteligencia artificial supervisada para prediagnósticos automáticos; telemonitorización de enfermos crónicos; teleUCI y teleACV o tele-oncología… A éstos dedicaremos las primeras entregas.
Según Ann Mond Johnson, CEO de la Asociación americana de telemedicina: «La atención virtual tiene una misión triple: brindar atención donde y cuando la gente la necesite; asegurarles que es segura, efectiva y apropiada; y permitir a los clínicos hacer más bien para más gente». Ante una población que envejece, y una creciente carencia de recursos profesionales, debemos dedicar el tiempo médico de calidad presencial disponible a aquellas circunstancias en las que la atención física sea verdaderamente diferencial. No va de ahorrar, sino de hacer más y mejor. Pasar desde tratar a los pacientes “por partes” y cuando “se puede” a tratarles integralmente como personas, en el momento y lugar donde lo puedan necesitar.
Julio Lorca es Director de Desarrollo de Salud Digital en DKV y Vocal Junta Directiva de la Asociación Salud Digital.