Cada vez que paso delante de «él» lo recuerdo como si fuera ayer. Se trata de un banco que hay en mi barrio, al lado de una iglesia, todo sucedió cuando yo tenía apenas 12 años, una tarde de verano, allí por principios de los ochenta…
De vez en cuando íbamos toda la pandilla, porque era un lugar apartado y hasta allí no llegaba eso de … «fulanito, venga pa casa que hay que tomarse el pan con Nocilla».Un día uno de mis amigos saco algo del bolsillo y dijo: «se lo he cogido a mi madre ¿quien se atreve el primero?» … Ese «algo» era … (emoción) … Un cigarrillo!!
Lo primero que me vino a la mente fue «menuda tontería chupar algo que sabe a humo con lo buenas que están las golosinas«, y no le di más importancia.
A medida que pasaban los días, algunos de mis amigos iban trayendo más y más cigarros de sus padres (los míticos Celtas incluidos), y la presión hacia los que no queríamos probarlo se hacia cada vez mayor porque decían que para «ser mayor» había que fumar, que si todo el mundo lo hacia, que sino eras el «raro», etc …. Por suerte aguanté el tirón, porque mi sentido común me decía que aquello no tenía ningún sentido, valga la redundancia.
Cuando años después me encuentro con algunos de ellos me cuentan que no se explican porque empezaron a fumar, yo sin embargo sí recuerdo porque no lo hice, puro sentido común.
A día de hoy cuando alguien me dice que hay que hacer algo porque sí, porque hay una norma que lo dice, aunque sea evidente que no tiene mucho sentido … cierro los ojos, visualizo aquel banco y sonrio … la historia de los vendedores de humo se vuelve a repetir …