Por Carlos Biurrun, Presidente de Insurtech Community Hub y Community of Insurance
N del Autor
El año pasado, el 5 de marzo, participé en la librería Gaztambide del barrio de Chamberí en el acto de presentación del libro de mi amiga Áurea Rodríguez “Antes muerta que sin IA”. Unos meses antes me había pedido que glosara el primer capitulo del libro, igual que lo había hecho con otros colegas para el resto de los capítulos.
Fue un acto muy bonito e interesante.
Con toda sinceridad, y no ha pasado tanto tiempo, no podía imaginarme en aquel momento que el fenómeno, o revolución si se quiere, de la IA estaría hoy en el centro de atención de todos y pudiera ser atención central del discurso de Xi Jin Ping en la plaza de Tiananmen la semana pasada con motivo de la celebración del 80 aniversario de la terminación de la II Guerra Mundial o en la cena que ofreció Trump, también la semana pasada, a las 4 Big Tech y a alguna más como Nvidia.. En esta cena de “amigos” no estuvo Elon Musk.
El 12 de julio de 2024 se publicó en el Diario oficial de la UE la ley de Inteligencia Artificial que entró en vigor en agosto de 2024 y que en palabras de Enrico Letta en su libro EUROPA “hemos hecho bien en presionar para ser los primeros en el mundo en adoptar un reglamento común”, sobretodo, dice Letta, “para evitar la carrera precipitada de 27 parlamentos nacionales y regionales dispuestos a redactar sus propios reglamentos, evitando el caos normativo.”
Al observar estos acontecimientos y muchos más que a diario leemos me recordó la reflexión que sobre la IA aporté al libro de mi amiga Áurea y que a continuación comparto con mucho gusto para los lectores del Magazine COI, invitando al debate.
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A. Todo el mundo habla de la AI
¿Qué está pasando en este mundo hiperconectado para que se produzca el fenómeno de que todo el mundo hable de la Inteligencia Artificial y tengamos que sufrir un tsunami de artículos por doquier? ¿Acaso es algo nuevo para que le prestemos tanta atención?
Lo que está pasando nos lo cuenta muy bien Áurea al decirnos “que se han producido en este año dos cambios importantes en la IA, sus aplicativos o funcionalidades y su velocidad”.
Quizás tendríamos que decir se han hecho públicas aplicaciones y funcionalidades desarrolladas por la entidad OpenAI, nacida como asociación sin ánimo de lucro en 2015, y actualmente controlada por Microsoft que ha invertido 10.000 millones para la construir una supercomputadora y se convertido en socio exclusivo para la explotación de sus aplicaciones, en manifiesta guerra abierta con Google y otros actores que aspiran a controlar un negocio que el documento de Telefónica “Inteligencia Artificial: innovación, ética y regulación”, puede añadir a la economía mundial 13 billones de USD (1,3% del PIB mundial), o lo que es lo mismo la riqueza de NUEVE ESPAÑAS o cinco veces la capitalización de Microsoft o casi ocho veces la de Google.
B. Beneficios y peligros de la IA.
“Las posibilidades de las aplicaciones de todo tipo de IA y de otras tecnologías como la cuántica son brutales” pero solo si se utilizan como una herramienta y con valores (mención a valores humanos y éticos) y para eso hay que conocerlas y saber cómo, en qué manos están y para que se utilizan, señala Áurea.
Reconocer los altos beneficios que la IA puede aportar a la humanidad no es óbice para que tengamos que preguntarnos cómo se puede lograr que su desarrollo sea para beneficio de la humanidad y no para el de unos pocos, cómo vamos a resolver el dilema de la sustitución de personas por robots que cambiarán el sistema productivo y en consecuencia la relaciones laborales y fiscales, cómo se puede hacer buen uso de los datos y poner límite a su utilización.
C. IA, cambio de paradigma.
Creo que hay que contemplar el fenómeno de la IA como un cambio de paradigma de la economía mundial y propongo un marco de acción con tres pilares:
- En primer lugar, tratemos de estudiar, aprender, leer, escuchar a quienes saben del tema y demuestran con hechos que además de su visión científica aportan su visión ética y humana ante el dilema[1].
- En segundo lugar, exijamos una gobernanza mundial que defina las reglas para que la IA sirva para que los humanos vivamos mejor y no sea controlada para el enriquecimiento de unos pocos o lo que es peor para la manipulación de las personas. No caigamos en la trampa de aceptar, como decía Nuria Oliver (artículo en EL PAÍS) “la falta de veracidad de los sistemas, las peligrosas teorías largoplacistas que han penetrado también en los gobiernos que postulan un mundo dirigido por un grupo privilegiado en lugar de promover una tecnología que se adapte a las personas y no al revés, tecnología que nos ayude a enfrentarnos con los grandes retos y al progreso humano, entendido este como la mejora de la calidad de vida de las personas.”
- En tercer lugar, seamos conscientes que la IA va a cambiar las reglas de juego de las empresas, con consecuencias en el empleo, la productividad y los beneficios operativos con impacto claro en los modelos fiscales que con toda seguridad deberán cambiar.
D. Conclusión racional y beligerante.
A modo de conclusión, apoyamos los avances de la tecnología de Inteligencia artificial en un contexto vigilante y beligerante frente a aquellos – sean individuos, grupos, empresas o gobiernos – que la utilicen para su propio beneficio en perjuicio de las personas, exigiendo el respeto de nuestros derechos y que abogando por una sociedad más justa y equilibrada con menos desigualdades sociales, económicas y políticas.
[1] Geoffrey Hinton nos da algunas pistas de por dónde tenemos que ir cuando dice que “la IA es una tecnología fantástica que está provocando grandes avances en la medicina, en el desarrollo de nuevos materiales, en la previsión de terremotos o inundaciones”, “no sirve de nada – señala – esperar a que la IA sea más lista que nosotros, debemos controlarla a medida que se desarrolla y tenemos que aprender como contenerla, como evitar las malas consecuencias”.