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Amigo Carlos: A esta relación epistolar tan gratificante y fecunda que mantenemos, hoy te traigo una invitada de excepción.
Fuerte y ruidosa, pero relajante. Húmeda y refrescante en verano.
Una derrochadora de energía potencial. Un regalo para la vista.
Un prodigio de sencillez, pero pleno de eficacia. Me refiero a la cascada.
Al salto elegante que a veces se produce en los cursos de los ríos y que indefectiblemente causa nuestra admiración.
Una cosa tan sencilla, y no deja a nadie indiferente.
En estos tiempos, parece mentira tanta eficacia.
En alguna ocasión ya hemos tratado desde estas páginas las posibilidades plásticas
que ofrece el ciclo del agua, desde el nacimiento en las montañas, el deshielo y el viaje hasta el mar.
Todo el recorrido es rico en recursos visuales, los torrentes, los ríos, los lagos, los puentes- de los que hace poco hicimos un estudio- las olas del mar o las nubes, así que hoy me he decidido por las vistosas cascadas y espero que sean de tu agrado.
Cascada, es una voz prestada que viene del italiano y que viene a significar caída.
Cuando las cascadas son muy altas y con mucho caudal, reciben el nombre de cataratas.
Catarata, viene del griego y parece tener el significado de “aquello que se precipita desde arriba” y se aplicó tanto a las cascadas como a las puertas de rastrillo de las murallas.
Como estas puertas eran de celosía, también se les aplicó a ellas esta denominación y finalmente, cuando el cristalino va ganando opacidad y se empieza a ver mal, como a través de una celosía, los médicos llamaron a esa pérdida de nitidez, cataratas.
Las cataratas más altas son el Salto del Ángel, en Venezuela, de 979 mts. de altura y el salto de Tugela, en África del Sur que tiene 947.
La más ancha parece ser la catarata del río Zambeze, entre Zambia y Zimbabue que recibe el nombre de Cataratas Victoria y tiene 108 mts. de altura pero 1,7 Kms. de anchura.
Posiblemente las más conocidas sean las del Niágara, entre Estados Unidos y Canadá y las cataratas del Iguazú, ubicadas en un triángulo en la frontera entre Brasil y Argentina, prácticamente rozando Paraguay. El río Iguazú, tiene 275 saltos y el más ancho la llamada Garganta del Diablo, tiene 70 mts. de altura y 150 de ancho.
Ha sido muy difundida en numerosas películas (La misión) y publicaciones de todo tipo.
Yo, Carlos, qué quieres que te diga.
Es cierto que me paralizo ante estas paredes verticales de espuma, que me conmociona el rugido telúrico del río cuando la enorme masa de agua se suicida fugazmente, pero yo disfruto lo mismo, o más, con las pequeñas cascadas, donde el agua es más juguetona, tiene más autonomía y sobre todo la situación es mucho menos extraordinaria, más sencilla y natural, más discreta y relajante. Además en las pequeñas… te puedes bañar.
Fotografiar las cascadas tiene alguna dificultad añadida a las fotografías de paisaje.
Los paisajes está quietos, pero aquí el agua se mueve y en consecuencia nos permite elegir. Podemos jugar con la velocidad. Si sacamos con mucha velocidad, el agua sale quieta y se ven las gotas separadas, pero si sacamos con poca, obtenemos una visión lechosa del agua y el resultado es muy diferente. Podemos verlo en las fotos siguientes. La de la izquierda está sacada con más velocidad y la de la derecha con menos. Para los amantes de la fotografía esto no tiene secretos, pero tenemos muchos amigos comunes
que poseen buenas cámaras pero sólo las utilizan en el modo automático, porque no han sido capaces de terminar de leerse el manual. Dicen que cada vez son más voluminosos.
Utilizando la función de “Prioridad a la velocidad”, la máquina te deja elegir la que más te convenga en cada momento.
En otras ocasiones, cambia la perspectiva, cuando introducimos puntos de referencia.
Sobre todo al sacar grandes masas blancas, una nota de color puede alterar toda la composición.
Y no pienses, viejo amigo, que las caídas son siempre muy verticales, a veces las aguas descienden haciendo eses, como si hubieran visitado alguna bodega, como si dudaran de su camino.
Lo que tiene capital importancia
es elegir entre fotografiarlas desde arriba o desde abajo. Como puedes ver en las fotos anteriores, el punto de vista altera totalmente el resultado. Son cosas diferentes.
Grandes, medianas, o pequeñas siempre llaman poderosamente nuestra atención. Aunque las tengamos muy vistas, es imposible pasar a su lado sin recrearnos un rato en el fascinante mensaje que nos envían.
En ocasiones son estrechas, recogidas en un hilo blanco, otras veces se expanden como rumores y bajan orgullosas mostrando su trofeo de espumas, recordando a la nieve, su madre, que le dio la libertad en las cumbres ahora templadas por el sol.
Es muy importante elegir bien la época para fotografiarlas. Mira si no la de Gavarnie, en verano o en invierno. En invierno la pared está helada y la cascada de 400 mts. no fluye.
Y te lo digo por experiencia, porque yo he intentado sacar varias veces la cascada del nacimiento del Nervión, en Orduña, y siempre que voy, encuentro un decepcionante hilillo de agua. Lo mismo les sucede a muchas, el Pozo de los Humos, por ejemplo.
La primavera y la época de lluvias son lo más recomendable para obtener buenas fotos.
Otra ventaja que tienen las cascadas, es que son tímidas, suelen estar en parajes retirados, alejadas de los núcleos urbanos y los centros comerciales.
Vamos, que hay que calzarse las botas y desgastarlas un poco.
Una actividad que por lo saludable, te recomiendo personalmente a ti y a todos los seguidores del blog.
Bueno, Carlos, voy a secarme, hasta la próxima, recibe el saludo afectuoso de tu amigo de siempre
Javier