Escribe: Javier López
(Puedes descargar este magnífico post y sus estupendas fotos en pdf desde aquí)
Estimado Carlos: Hoy quiero extender mis comentarios sobre uno de los motivos fotográficos que tratamos no hace mucho tiempo, en esta nuestra sección de fotografía lúdica.
Voy a focalizar nuevamente tu atención sobre mis amigas las puertas.
A mí, el apego por las puertas, ya sabes que me viene de lejos.
Yo creo que me aficioné de manera definitiva en una visita a Sidi Bou Said, una pequeña ciudad a 20 Km. de Túnez.
Parece ser que una ordenanza obliga a tener todas las casas pintadas de blanco, a excepción de las puertas y rejas que están pintadas de un color azul claro. El conjunto es primoroso y las azules puertas cobran un protagonismo que no deja a nadie indiferente.
Allí quedé marcado, pero más tarde fui descubriendo, que las puertas tienen muchos complementos que pueden ser objeto del deseo para nuestros visores fotográficos.
Las cerraduras, por ejemplo, las bisagras, las mirillas o los tiradores, son variopintos y muy adecuados para convertirse en protagonistas de alguna de nuestras historias.
Mira si no, la variedad de mirillas que nos podemos encontrar en nuestras correrías.
Te muestro tres ejemplos, de la Cartuja de Miraflores en Burgos, otra menorquina y una tercera bretona.
Pero donde la imaginación se desborda es en los llamadores, o aldabas, que presentan tal variedad, que hace imposible que pasen desapercibidas para la sensibilidad del fotógrafo menos dotado.
La de la mano, es la aldaba de mi infancia. Recuerdo que en mi casa había una igual y otra más grande en el portal, que tenía unos usos muy específicos en una época donde aún estaba por inventar el portero automático y los más pudientes disponían de un modesto timbre. Ya sabes que yo soy un señor muy mayor.
Cuando pasaba el cartero, le servía para llamar al vecino destinatario de la correspondencia. Si daba tres toques, la carta era para Ignacio, el vecino del tercero derecha, pero si daba tres toques y un repiqueteo, entonces era para Melitón, el del 3º izquierda. Con ese sencillo código nos entendíamos y cuando nos correspondía, la madre nos mandaba bajar al portal a recibir la carta directamente de las manos del cartero.
Hay que recordar que en nuestra niñez aún estaban por instalar los buzones en el portal.
Los llamadores, reliquias ya de aquella época pretérita, pueden adoptar diversas formas; el aro era muy popular y socorrido.
También era popular la forma alargada, para poder manejarla de manera más ergonómica.
La voz “aldaba” viene del árabe español “ad dabbah” que según algunos viene a significar “lagarta”, (aunque no hay unanimidad al respecto, por el morfema de femenino que no es aplicable cuando a simple vista no es posible determinar el sexo) y según otros significa “cerrojo”o “picaporte”, la barra con que se aseguran las puertas.
Abona esta hipótesis el hecho de que los ganchos aseguradores de las ventanas, pequeños picaportes, se llaman “aldabillas” y que la voz “picaporte” está emparentada con “repicar”, el verbo de la repetición de sonidos (repican las campanas).
También en otras lenguas romances el llamador recibe el nombre de picaporte, pero esta voz en español, se ha decantado por la barra oscilante que permite asegurar
la puerta.
Hoy, desaparecidas por el empuje de la tecnología, es un placer tropezarnos con estas huellas del tiempo, muchas de las cuales superan el aspecto práctico, convertidas en objetos artísticos, que ahora lo único que llaman es nuestra atención.
Una de las figuras a menudo representadas en las aldabas es la de los caballos
Pero hay otros animales de lo más variado que le disputan el puesto al caballo
La figura humana también se utiliza muchas veces, ya sea en forma de bella dama o de indio emplumado. El exágono se hace presente en aldabas muy parecidas y sin embargo muy alejadas. Una dama es de Oviedo y la otra de Granada.
Otras formas muy sencillas y eficaces son las que presentan un bucle
Y como siempre, en la aldaba están implícitos ciertos reflejos de los que viven dentro.
Al ver algunos de estos ejemplares, enseguida conocemos determinadas facetas del carácter de sus moradores.
Hay propietarios que las sacan brillo hasta desgastarlas , otros que las limpian menos y otros que ni se molestan en cubrirlas cuando pintan la puerta, brochazo y adelante.
Ya ves, Carlos, lo que pueden dar de sí nuestras ya casi olvidadas aldabas.
Quizá ahora lo que tengamos que coleccionar sean fotos de porteros automáticos, pero la verdad, no creo que a pesar de la tecnología, con video-cámara incorporada o sin ella, lleguen con sus botoncitos a alcanzar la riqueza plástica de estos ejemplares
Bueno amigo, espero que hayas pasado un rato divertido, disfrutando con la variedad de esta sencilla recopilación y te dejo porque me parece que llaman a la puerta.
Hasta la próxima, recibe un fuerte abrazo de este
tu incondicional
Javier