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Estimado Carlos:
Hoy me gustaría comentar juntos una de esas tipologías de alta alcurnia.
En esta época que nos ha tocado vivir, hay una apuesta decidida por la democratización.
Pero eso de que todos los hombres somos iguales, es una idea de reciente implantación.
En la Edad Media los señores feudales eran casi dueños de sus vasallos. Había una gran diferencia social entre los nobles y sus súbditos.
Más tarde las diferencias las ha ido marcando el “poderoso caballero” que citaba Quevedo.
Los aristócratas tenían la nobleza, pero no todos tenían dinero. Así que los burgueses que disponían de posibles, comenzaron a “comprar” nobleza y a presumir de blasones, algunos tan recientes como el brillo de su plata.
En muchas de las antiguas casas y palacios han perdurado los nobles escudos adornando las fachadas y lo que antes fue un signo de distinción y poder, hoy se ha convertido en puro motivo decorativo, que pasa desapercibido en la mayoría de los casos.
Y a mí, Carlos me gusta redescubrirlos y disfruto con la maestría del cantero que los labró, quizá mientras soñaba en salir un día de su pobre vida de artesano, para incorporarse al lujo que intuía en la nobleza que plasmaba en piedra.
Se dice que la heráldica es el arte de explicar y describir los escudos de armas de cada linaje, ciudad o persona.
La voz “heraldo” procede de “herault” un vocablo de los francos, que venía a describir al que dirige el ejército. Así, “Heraldo” que es sinónimo de mensajero, era el que marchaba al frente del ejército, portando los escudos o blasones.
Algunos caballeros, adornaban su escudo con diversos motivos, pero esas enseñas no pasaban a los suyos. El blasón, que en francés antiguo significaba “escudo”, era un signo de identificación personal y solo a partir del siglo XII fue símbolo de un linaje.
La heráldica se rige por unos códigos bien definidos, que ponen de manifiesto los grados de nobleza y peculiaridades que los entendidos captan con una sola mirada.
No es mi caso. De esto, tampoco entiendo mucho. Los expertos distinguen, por ejemplo mediante el tipo de corona, si estamos ante una familia de reyes, duques o hidalgos.
Yo me fijo en cosas que sin duda son más pueriles, por ejemplo en la utilización de los animales como símbolo y entre ellos el uso del águila como animal emblemático.
Hay blasones que tienen una, presidiendo el escudo de armas, otros colocan el águila bicéfala, por ejemplo el símbolo de los Habsburgos en Viena o Madrid y hay alguno que representa un pájaro que más que un águila parece el cuervo Rockefeller, el que utiliza el ventrílocuo José Luis Moreno.
También aparecen mucho los lobos, posiblemente del Lupus, López, y sobre todo los leones, machos, por supuesto.
También la figura humana sirve en determinadas ocasiones de acompañante a las diversas piezas y cuarteles
Y la imaginación se desborda en algunos casos, pues aparecen los animales más variopintos, como lechuzas, galgos, incluso sorprendentes moscas o un hermoso par de sugestivas sirenas con sus colas de escamas.
Como
te decía anteriormente, las coronas o los yelmos distinguen el grado de nobleza y sé que muchos están orientados mirando hacia su derecha. Si aparece uno mirando a su izquierda es que pertenece a un bastardo de la familia. Lo que ya no sé que significa es cuando el yelmo está representado de espaldas o cuando dentro del yelmo aparece una cabeza humana.
También me he encontrado con alguno que mira de frente, desafiante, pero de esos tengo pocos.
No solo los nobles buscaban incrementar su dignidad y prestigio a través de la heráldica, también los eclesiásticos competían en esta carrera de afianzar su gravedad y predicamento y dejaron bellos ejemplos labrados en los templos y palacios episcopales. En estos casos es el tipo de cruz que corona el escudo y la clase de mitra o el galero, el sombrero rojo cardenalicio, lo que marca la dignidad.
Ya ves, amigo Carlos, que se pueden extraer de estos bellos blasones infinidad de detalles y no hace falta entender de heráldica para sacar modestas conclusiones.
Por ejemplo que hay linajes que van desapareciendo y otros que nacen.
No pienses que me apena la desaparición de la nobleza y sus signos externos. Yo opino igual que Larra: “Somos nobles, lo que quiere decir que desde la más remota antigüedad nuestros abuelos no han trabajado para comer”.
Creo recordar que el decreto de Carlos III explicando que la condición de noble no se perdía por el hecho de ponerse a trabajar, es del año 1780 o así (y como decía Umbral, no pienso levantarme a mirarlo).
Lo que está fuera de duda es que el recuerdo de sus linajes en forma de blasones hoy nos sirve para poder admirar la destreza de los artesanos y los mil detalles que dejaron plasmados en la piedra que ellos pensaban imperecedera, a veces en formas redondas, cual rodelas, otras de scutum romano o con la peculiar forma de emblema.
Bueno amigo, espero que esta nueva tipología, tan ilustre, pueda servir a nuestros seguidores del blog para incrementar sus “cacerías” fotográficas y me despido de ti en estos tiempos de crisis, deseándote lo mejor y enviándote, como siempre, uno de mis mejores abrazos.
Hasta pronto.
Tu incondicional
Javier