Escribe: Fernando Pescador (periodista que ha cubierto la actualidad europea, como Corresponsal de El Correo (Bilbao), los periódicos del Grupo Vocento y la Agencia Colpisa, con una difusión conjunta superior a los 3 millones de lectores, desde 1986 hasta 2010)
Ver también de Fernando Pescador «Los españoles nos comemos el ahorro para capear la crisis»
En sus primeros tanteos internacionales, Mariano Rajoy está dando muestras sobradas de que no le gusta ser zarandeado. En general, todos los políticos que en Europa acceden al poder llegan a Bruselas con un considerable desconocimiento de la dinámica comunitaria y de los ritmos internacionales. Le pasó a Sarkozy, un presidente francés demasiado hexagonal en sus inicios, y hasta a Merkel, aunque lo hayamos olvidado. Rajoy creía, pero se equivocaba, que su adscripción ideológica a la familia conservadora, mayoritaria en las instancias del poder comunitario, y la voluntad firme de su gobierno por acometer las reformas que la UE le reclamaba en la economía y las estructuras nacionales obsoletas, le granjearían las simpatías inmediatas de sus pares en el Consejo Europeo. Le ha costado darse cuenta de que su presunción era errónea; que en la esfera internacional no cuentan las promesas, sino los resultados y que la sola voluntad de hacer por parte de un dirigente no restaura la confianza perdida en un país. A España, en el exterior, se la ve mal. No debería extrañarnos: somos un país que, con Zapatero, ocultó dos puntos y medio de déficit público, acrecentados, además, en cuatro extemporáneas décimas más por las políticas del actual Gobierno (los pagos a proveedores) y al que un sector significativo de su sistema financiero, una parte de sus muy veteranas Cajas de Ahorros, se le ha venido abajo por los disparates de la clase política en la disposición de recursos para proyectos a cada cual más delirante y todos ellos relucientes por la grasilla de la corrupción. Es verdad que se están haciendo cosas para corregir la situación pero todavía no hay resultados. Y esos, los resultados, son los que cuentan. También Papandreu, cuando era primer ministro de Grecia, venía a Bruselas a pedir ayuda y aseguraba que no se escatimarían esfuerzos para poner en orden las cuentas de su país. Hoy es el día en que no se han acometido todavía la mayor parte de las privatizaciones comprometidas por Atenas para acopiar liquidez. No es difícil imaginar que en esos nichos de riqueza pública campan a sus anchas los cachorros de la clase política y sindical que ha llevado a la ruina al país y que los poderosos (y ricos) no quieren abandonar sus canonjías. Que paguen los demás. A Rajoy, las circunstancias le han hecho caerse del guindo de la peor manera posible: saltando… (post íntegro haciendo click aquí)