Escribe: Pedro María Gorriz Unzu, sociólogo
Necesitamos imperiosamente a las mujeres en todos los ámbitos, participando en todos los niveles de dirección y ejecución, en todos los trabajos y profesiones, consideradas iguales, con retribuciones y responsabilidades iguales a cualesquiera de los hombres. Ahora. Ya.
El mundo enfrenta suficientes situaciones en las que se está jugando ni más ni menos que la supervivencia a largo plazo de la especie. Mientras, a más bien corto, en juego está nuestro modelo de convivencia social, como para permitirnos el desgobierno fundamental de no utilizar al máximo posible todos los talentos femeninos: es igual en la empresa, la política, la religión, educación, sanidad, o cualquier otro ámbito de convivencia que se nos ocurra.
Parece interesante en alto grado, observar cómo bajo la inmediata superficie de la persecución del beneficio empresarial en la industria del Seguro, y por lo tanto, dentro de nuestra organización capitalista de la sociadad en su conjunto, la necesaria y omnipresente competitividad, se encuentra desde el comienzo del concepto mismo de Seguro como dispersor de riesgo, la noción primera de COOPERACIÓN NECESARIA en la evolución de la especie: de la nuestra, compuesta por ambos sexos.
Que las personas solemos sentirnos íntimamente más satisfechas, digamos que en mayor grado de contento o felicidad, dentro de actividades que nos permiten expresar lo gratuito, comunitario, afectivo, sin necesidad imperiosa de traducción monetaria en todo intercambio, es cosa que no creo deber demostrar aquí.
Históricamente, la primera referencia a una normativa social sobre Seguros, se encuentra en el Código de Hammurabi, rey en Babilonia entre 1955 y 1912 A.C. Regula indemnizaciones por accidentes de trabajo, a través de mutualidades, y establece iguales organizaciones para compartir pérdidas en las caravanas que transportaran mercancías por el desierto. Durante el siglo XIV de nuestra era (cito de memoria y no recuerdo dónde, ni la fecha concreta), el primer contrato a considerar como seguro de vida se realiza para mujeres embarazadas. (Puede consultarse «Historia del Seguro en el mundo», en Google)
He apuntado (poco más que ello constituye ahora mismo el horizonte de estas palabras en su conjunto) la aparente contradicción, en el seno de nuestro sistema capitalista tal como funciona ahora mismo, entre Competitividad y Solidaridad. Creo posible el surgimiento de modos de compensación social entre ambos extremos: la colaboración Axa-Unicef, como restitución a la esencia de lo solidario original dentro del Seguro como industria. Y es preciso decir que la idea y su primer desarrollo la deben a una mujer. Y que no es, en absoluto, una casualidad.
Añadiré que uno de mis primeros activos vitales, procedentes de mi paso de casi cuarenta años por América Latina, es la experiencia, más allá de la empresa, en el puro centro del ámbito de lo familiar con modelos que desde aquí (y también allá con demasiada frecuencia) calificamos hasta de inservibles para una estructura societaria «digna y eficiente», de la mujer (sobre todo en los sectores más populares y mayoritarios) como garante casi única de una cohesión de hogar y familia (por tanto de la sociedad real concreta), mínima suficiente. En mi sentido actual de «lo femenino» como fermento específico y necesario para la creación de valor económico y afectivo, imprescindible a la especie para su evolución inmediata, la experiencia mencionada ha sido determinante. Podría ser interesante compartirlo, ampliado, más adelante.