Escribe Oscar Paz
Hace unas semanas he tenido la suerte de pasar un cuantos días en Senegal, no ha sido un viaje turístico, ha sido un viaje de voluntariado en el que hemos visitado alguna de las zonas más rurales del país. Esto me ha permitido conocer por unos días cual es la realidad de la población de Senegal y concretamente de sus mujeres.
Lo primero que llama la atención de ellas es el color alegre y llamativo de sus vestidos, que incluso en el lugar más remoto y desolado transmiten alegría y entusiasmo por la vida. Con un simple trozo de tela son capaces de dar formas infinitas a sus vestidos, improvisando pareos de todo tipo alrededor de su cintura, e incluso recogiendo su tupido y rizado cabello con una de las numerosas maneras que hay de anudar una simple tela y convertirla en un espectacular turbante que aporta luminosidad a su rostro. Su creatividad es infinita.
Pero la ropa no se queda en algo, solamente, ornamental, descubres que, además, bajo esas preciosas telas son capaces de recoger sus pertenencias y transportarlas, y por supuesto de envolver a su bebé y colocárselo, bien a la espalda, o cercano a su pecho para poder amamantarlo en cualquier momento. Esto les permite, a estas mujeres, siempre ocupadas y pluriempleadas, sembrar, ir a por agua, cocinar, limpiar, atender a su puesto en el mercado mientras lleva a su hijo consigo.
Muchos las califican de Diosas en medio de paisajes desoladores. Sus colores, su esbeltez, son el contraste a una realidad que se torna gris. No en vano muchas de ellas empiezan a tener problema para buscar marido y formar una familia, ya que muchos hombres senegaleses han emigrado en busca de un futuro. Y muchas de las que ya tienen marido, ven como este también emigra para poder enviar a su familia algo de dinero desde el extranjero.
Todo esto ha hecho que la mujer en Senegal ocupe un papel cada vez más importante en la vida pública del país, y muchas de ellas tienen que salir a la calle para mantener a sus familias, desempeñando todo tipo de profesiones y abriendo las puertas a las nuevas generaciones. Si bien es cierto que en incluso en ciudades como la capital Dakar, todavía se nota cierta separación entre las profesiones «masculinas» y las «femeninas», un claro ejemplo es la profesión de chófer. En un país con un 95% de población musulmana, la mentalidad es muy conservadora en este sentido, y simplemente dicen que las mujeres no están capacitadas como los hombres para conducir.
Sin embargo este «taboo» se ha roto desde el año 2010, concretamente, gracias a una iniciativa impulsada por el gobierno llamada «Taxi Sisters», y que permite que a las mujeres trabajar como taxistas, actualmente son sólo un puñado entre los 15.000 taxistas másculinos de Dakar, pero todo a que en unos años pasen a ser cientos e incluso miles. Aquí podéis ver un breve video que refleja el reto al que se enfrentan estas mujeres taxistas cada uno de los días de su vida.
Y esta no es sólo una iniciativa aislada, en 2010 se aprobó la ley de paridad para las candidaturas electorales, el resultado: 43% de mujeres en el parlamento de Senegal y una mujer como primer ministro del país. Todo un ejemplo de democracia que ojalá existiría en otros países como su vecino Mali, o muchos otros del continente africano, e incluso del llamado «primer mundo».
Las mujeres de Senegal, son todo un ejemplo de lucha y superación, no sólo personal sino también colectiva, en un entorno para nada favorable. Son capaces de hacer que el color y la alegría de sus vestidos ilumine, el todavía largo, pero retador camino que les queda por delante.
[aquí os dejo algunas fotos que tomé durante el viaje]