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Escribe: Carme Fernández, Coach Ejecutivo y de Equipos experta en Liderazgo Transformador. Consultora en Gestión del Cambio e Innovación desde las personas y las herramientas 2.0. Directora Asociada en Humannova.
Web: www.carmefernandez-coach.com
Twitter @carmefdezcoach
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Hace solamente un par de días una de mis hijas me planteaba una situación que le preocupaba enormemente, y es que sus compañeros de clase no la dejaban jugar en el tiempo de recreo al fútbol. Consideraban que siendo niña no podía formar parte del equipo en el partido que iban a jugar en ese momento.
Si eres lectora en este momento, te puedes imaginar qué emociones surgieron en mí en ese instante.
Si eres lector y además con cierta empatía, probablemente también te podrás poner en situación.
Por un momento sentí rabia, decepción, compasión, para finalizar con fuerza y coraje, y la respuesta emocional que me surgió fue la siguiente: “Es duro pero tienes que demostrar que una niña puede jugar al futbol igual o mejor que ellos”.
Y me di cuenta del bárbaro mensaje que en ese momento transmití a mi hija con lo que reconduje su significado a un mensaje más de competencias e igualdad.
Esta situación la podemos extrapolar sin demasiado esfuerzo al día a día de una mujer trabajadora y además si es en un entorno que hasta el momento era considerado más bien masculino.
En proceso de aceptación…
Según la Pirámide de Maslow, tras las Necesidades Físicas/Fisiológicas y la Seguridad, la siguiente necesidad que todo ser humano necesita tener cubierta es la de “Pertenencia al grupo”, en el sentido de sentirse aceptado, como un componente más del equipo, como un igual.
Si bien es cierto que toda incorporación a un grupo necesita pasar por diferentes fases (aproximación, conocimiento mutuo, fase test o modo prueba, aceptación o rechazo) , el deseo final es el de aceptación en igualdad de condiciones.
Estas fases tienen su propia duración, pues forman parte de un proceso, aun así, cuando alguna de ellas, como por ejemplo la de fase test/modo prueba, dura más de lo normal, provoca sufrimiento por parte del componente nuevo y reacción por parte del grupo.
Así es como pueden encontrarse un porcentaje considerable de mujeres en el terreno profesional:
- En fase aproximación: generacionalmente realizando una inmersión en un mundo que era considerado inicialmente de hombres, ya sea porque el sector es considerado masculino en su origen, ya sea porque intentan acceder a puestos directivos y comités ejecutivos donde la mayoría de componentes son hombres.
- En fase test o modo prueba: sintiendo que están constantemente evaluadas pues necesitan “demostrar” que sus competencias se encuentran al mismo nivel que la de sus compañeros.
Ahora bien, siendo mujer, ¿qué emociones desencadenan dichas situaciones?
Sintiendo…
Las emociones que pueden aparecer como persona pasando por una situación vivencial de estas características pueden ser:
- Inseguridad: el sentir que estás en “demostración continua” conlleva a encontrarse fuera de la zona de confort, área en la que la seguridad brilla por su ausencia.
- Angustia: el no conseguir el objetivo personal a corto-medio plazo, incluso llegando a considerarlo en ocasiones inalcanzable, produce un estado de estrés.
- Culpa: culpa por renunciar a otras facetas personales (por ejemplo, renunciar a la familia por llegar a puesto directivo) e incluso íntimas (por ejemplo, renunciar a la propia feminidad por intentar ser un igual ante un entorno masculino)
- Decepción: decepción por no ser capaz de demostrar “lo que vales”; porque te definiste un objetivo y no eres capaz de llegar a él. También por las expectativas que te puedas haber definido o hayan puesto los demás en ti (o creas que han puesto en ti).
Reflexionando…
Por otro lado, las emociones anteriormente mencionadas, ¿son emociones reales o generadas por nosotras mismas?
Y ahora incluyo un punto de autocrítica para todas las mujeres y personas que se encuentren en proceso de aceptación en un grupo.
- ¿Qué responsabilidad tenemos en aquello que sentimos?
- ¿Qué creencias nos vienen incorporadas y no nos hemos cuestionado todavía?
- ¿Cuánta parte de diálogo negativo nos autogeneramos y acabamos creyendo?
Si somos conscientes de nuestra parte de responsabilidad, descubriremos nuevos recursos y herramientas que podremos utilizar en pro de nuestro objetivo.
El entorno es el que nos ha tocado vivir, y nosotr@s tenemos la posibilidad de cambiarlo, si lo deseamos y definimos estrategias para conseguirlo. Para ello reconozcámonos, conozcámonos, y hagámoslo desde nuestra identidad propia y desde nuestra libertad.