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Pido perdón: me gusta mi país

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[quote font=»verdana» font_size=»16″ font_style=»italic» bgcolor=»#ed4545″ color=»#ffffff» bcolor=»#» arrow=»no»]»Una sociedad avanzada socialmente tiene que cristalizar en la generación de riqueza como vector de desarrollo. Con errores y aciertos, nuestro país ha mantenido una constante búsqueda de nuevos espacios de mejora de la competitividad, con la participación de la mayoría de los agentes socio-económicos. La apuesta por la industria (hoy parece algo de Perogrullo, pero recordemos las voces – muy extendidas – que nos animaban en los años 80 y 90 a abandonarla) ha sido vital para avanzar en nuestra inserción competitiva internacional, la distribución efectiva de las rentas, la promoción de la investigación y desarrollo, etc.»[/quote]

Sabin Azua, socio director de
Sabin Azua, socio director de B+I Strategy

Por Sabin Azua. Socio Director de B+I Strategy.

Asisto con una mezcla de tristeza y estupefacción a las continuas alusiones de algunas personas públicas, medios de comunicación y comentarios callejeros sobre la pésima situación de Euskadi desde el punto de vista económico y social. Nos hemos instalado en un mensaje derrotista, lastimero y destructivo, que –desde mi punto de vista- no se ajusta fielmente con la realidad.

Es doloroso y preocupante que algunos de nuestros problemas se hayan agudizado como consecuencia de la crisis; se han producido deterioros en los niveles de igualdad social que erosionan la cohesión social, seguimos manteniendo un nivel de desempleo menguante pero inaceptable, más gente está en exclusión social (solamente hace falta analizar con detenimiento el informe de Cáritas publicado recientemente), hemos sufrido un retroceso en la generación de oportunidades para toda la sociedad en igualdad de condiciones, etc.

Tenemos mucho por lo que luchar y seguir trabajando. Mientras exista una sola persona en situación de exclusión social, mientras el empleo no llegue a todos, mientras no podamos generar oportunidades de vida digna para todos, no podremos estar contentos, ni proclamar una satisfacción plena por nuestro modelo socio-económico.

Siendo esto así, creo que nos hemos imbuido de una sensación excesiva de negativismo, alimentada por algunos agentes sociales que, sin aportar solución alguna al desarrollo del país, cuestionan sistemáticamente los avances socio-económicos experimentados en nuestra sociedad, fuertemente condicionados por situaciones de alarma social que no se viven en nuestra tierra con la intensidad de otras geografías.

¿Se puede decir, –con rigor al menos -, que nuestra sociedad es poco solidaria, desigual y más injusta que las referencias europeas? ¿Comparte la mayoría de los ciudadanos que vivimos una situación negativa y poco favorecedora del desarrollo humano sostenible en nuestra sociedad?

Sin echar las campanas a vuelo clamando por la supremacía de nuestro modelo socio-económico, y sin obviar los problemas sociales que he señalado al principio de este artículo, quiero expresar mi convicción de que la sociedad vasca tiene motivos para sentirse orgullosa y transformar el estado de “depresión mediática”; en una apuesta esperanzada por el futuro de nuestro país.

Creo que hemos aprovechado las capacidades de autogobierno a lo largo de las últimas tres décadas, (en este artículo no ahondaré en cuestiones de necesario avance en materia de identidad nacional) para generar una dinámica propia de apoyo a los dos parámetros vitales del desarrollo socio-económico: la generación de riqueza en términos de competitividad y desarrollo humano, y, la reducción de las desigualdades sociales. La coherencia de estos dos ámbitos nos ha llevado a generar dinámicas de competitividad más efectivas que las que se viven en otras áreas de nuestro entorno.

¿No podemos sentirnos orgullosos de nuestro avance en materia de lucha contra la desigualdad social? Aun queda un gran trabajo por hacer en este campo, pero seamos conscientes de que este indicador, nos sitúa en una de las primeras posiciones a nivel europeo y mundial. Este ha sido y será el eje central de nuestras políticas públicas con independencia de modas o condicionantes mediáticos.

Una sociedad avanzada socialmente tiene que cristalizar en la generación de riqueza como vector de desarrollo. Con errores y aciertos, nuestro país ha mantenido una constante búsqueda de nuevos espacios de mejora de la competitividad, con la participación de la mayoría de los agentes socio-económicos. La apuesta por la industria (hoy parece algo de Perogrullo, pero recordemos las voces – muy extendidas – que nos animaban en los años 80 y 90 a abandonarla) ha sido vital para avanzar en nuestra inserción competitiva internacional, la distribución efectiva de las rentas, la promoción de la investigación y desarrollo, etc.

Tenemos una sociedad fuertemente impregnada del espíritu comunitarista, con una participación activa de individuos y asociaciones en favor de la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, y un trabajo sistemático en modelos eficientes  de colaboración público-privada. No es casualidad que ocupemos un lugar destacado en el ranking del Indice de Desarrollo Humano, uno de los indicadores de medición de la cohesión social más reputados en el mundo.

Nuestro modelo de empresa, con una fuerte incidencia de la participación de los trabajadores (en cualquiera de las modalidades societarias existentes) contribuye a una mejor distribución de la renta, la configuración de proyectos competitivos de largo plazo y genera un fuerte enraizamiento con la sociedad y el territorio en que se encuentra enclavada. Es una apuesta por la competitividad  que procura el desarrollo del proyecto empresarial y la visión social de la empresa.

Hoy confrontamos nuevos retos que pueden ser amenazantes para el futuro de nuestro país. Yo prefiero verlos como un campo de oportunidad para mejorar y afianzar nuestro modelo socio-económico. Necesitamos una mayor inserción internacional de nuestros proyectos empresariales, reforzar nuestras políticas sociales trabajando en nuevos mecanismos de sostenibilidad del estado de bienestar y,  procurar soluciones para detener la sangría de la exclusión social y la pérdida de igualdad de oportunidades.

Cuando miro al futuro soy optimista. Con la capacidad demostrada para abordar grandes retos sociales con energía, creo que el esfuerzo solidario, positivo e inteligente de nuestra sociedad, continuará impulsando nuestro país hacia mayores cotas de igualdad social que nos hagan aún más orgullosos de nuestra realidad, generosa e inclusiva.

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